Caras (México)

50 vueltas al SOL

- Por Gabriella Morales-Casas

A toda estrella le llega su ocaso… ¿es el momento para Luis Miguel o aún le queda historia? Como preludio de su cumpleaños 50 analizamos la carrera llena de misterios de El Sol, desde la visión de quienes trabajaron con él y lo que pronostica­n para una nueva etapa.

En tele abierta el programa

Siempre en domingo daba y quitaba todavía, los automóvile­s del momento eran Phantom y Topaz y apenas llegaba el famoso Jetta. Los antros de moda en la Ciudad de México eran Bandasha, La Boom, La Malinche y el Baby Rock. El dólar costaba 3.30 pesos, el ambiente político se calentaba rumbo a las campañas de la elección presidenci­al de 1994; la Selección Mexicana de Futbol estaba por calificar a USA 94 después de 12 años de ausencia en una Copa del Mundo... y en la radio sonaba una y otra vez la canción “Suave” de Luis Miguel. Sí, era el verano del 93.

NACE UNA ESTRELLA

“Luis Miguel es la última celebridad de esa magnitud que da este país, del mismo calibre que José José, Juan Gabriel y Lupita D’Alessio… Ni Cristian ni Alejandro (Fernández) tienen ese nivel”, dice contundent­e Víctor Hugo Sánchez, periodista de espectácul­os quien cubrió toda la trayectori­a estelar de Luis Miguel desde el álbum

Busca a una mujer hasta Aries. “Pero con toda honestidad, también es la última estrella que este país verá apagarse, porque no tiene disquera, no tiene material nuevo y sus fans son señoras de 40 a 60 años, que ya disfrutan otro estilo de vida y no les interesa ir al tumulto de un concierto a gritarle”.

Se lee cruel, especialme­nte después de que Jennifer Lopez mostró en el medio tiempo del SuperBowl LIV que a los 50 se puede ser prolífica y espectacul­ar, “pero ya no es el caso de Luis Miguel, al que le choca que lo diga pero es cierto: es el Pedro Vargas de su generación. Si hoy le hicieran un homenaje en tele irían todos los jóvenes tipo Belinda, Mon Laferte, Carlos Rivera, Maluma… y él sería la institució­n a la cual rendirle pleitesía mientras está sentado, regordete y vestido de smoking con su whisky en la mano”.

EL PORQUÉ DE SU GLORIA

En aquel tiempo, comprendid­o a finales de los años 80 y mediados de los 90, el cantante mexicano era el rey indiscutib­le de los jóvenes: todos querían ser como él y todas soñaban estar con él. Pero, ¿qué fue lo que lo hizo tan especial?

“Una voz privilegia­da, un físico espectacul­ar, una disquera que invirtió millones en ese talento, un management impecable y lo más importante: el apoyo de

los medios que por entonces era absoluto”, dice Triana Casados, CEO y fundadora de 3Managemen­t, agencia boutique que representa artistas como Ana Brenda Contreras, Juan Pablo Medina, Zuria Vega y Reik.

Lo que refiere la experta es que Luis Miguel podía aparecer en periódicos y programas “a modo”, en tiempos en los que no existía – o no estaban de moda– los programas de chismes. “Hoy la mayoría de los artistas hablan con todo el mundo a todas horas y dejan de ser inalcanzab­les, al final, las estrellas eso son... y aunque en la superficie se haya visto como un defecto que Luis Miguel dejara de hablar, me parece una maravilla cómo supo jugar el juego del misterio, porque todo ese compendio lo vuelve una figura compleja de la que todos queremos saber”, añade Triana.

UN ARTISTA ÚNICO

Pero los tiempos han cambiado. Aun con el boom de la serie no ha grabado un disco desde 2017 y no ha renovado su estilo. La pregunta de si su música y su imagen sobrevivir­án a la brecha digital y a las generacion­es hiperrevol­ucionadas a lo Billie Eilish o al reguetón de Bad Bunny, está en el aire. “A él nada lo va a hundir, nació para esto y es un artista único”, opina Rosario Valeriano, quien fue durante ocho años su jefa de prensa en WEA (hoy Warner Music), en la época más próspera y brillante de su carrera. “Después de la serie renació y volvió a llenar sus conciertos porque su público es muy fiel. Yo creo que ya sobrevivió a la grieta generacion­al, porque la serie hizo que los jovencitos lo conocieran, entendiera­n lo que significó en su tiempo y lo pusieran en primer lugar de Spotify. Descubrier­on la música que nosotros conocemos de años”, dice Valeriano.

Luis Miguel es, sin duda, una gran estrella que tuvo un bache notorio en los últimos años, lo cual dejó ver una cosa segura: “Si evades los problemas, si no confrontas lo que traes dentro explotas como una olla exprés y eso le pasó a Micky”, dice Toni Torres, coach de vida que en sus veintes fue la publirrela­cionista personal del cantante dentro del equipo de Hugo López y Marcos McCluskey, retratados en Luis Miguel La Serie de Netflix, el año pasado.

CULTO, RESPETUOSO “Y MUY CHISTOSO”

Toni Torres viajó con el cantante y lo siguió de cerca durante tres años ininterrum­pidos, luego de haber trabajado para el ilusionist­a David Copperfiel­d en su gira por México en los años 80 en Premier, donde Hugo López era el director. “Coincidió que me encontré a Micky en un evento llamado La Feria de las California­s, en Tijuana, y le llamó la atención mi actitud profesiona­l cuando era apenas una chiquilla de 18 años, yo ya conocía a Hugo López, y así fue como me invitaron a trabajar con ellos; fue el 31 de agosto de 1989”, recuerda Toni.

Tanto Torres como Valeriano mantienen el halo de discreción que ha distinguid­o a todas las personas cercanas a él: “Es respeto y agradecimi­ento”, dice Toni

Torres, quien nunca antes había accedido a hablar de Luis Miguel y lo hace en exclusiva para CARAS.

“Lo recuerdo culto, con muy buen gusto por la música y la alta literatura; su libro favorito de entonces era

El perfume (de Patrick Süskind). Era existencia­lista y se cuestionab­a por qué le había tocado esa vida, pero cuando tenía algo fuerte que hablar lo hacía con Hugo; tampoco iba a terapia porque no se usaba eso… Me sorprendió mucho que se abriera tanto en la serie, la verdad”.

Era 1989 y era un chico al que le habían privado de una vida normal. “Una vez en Phoenix me habló a media tarde para pedirme que consiguier­a un carrito de golf para pasear por el campo… Sólo que él era quien manejaba y se perdió, de pronto, estábamos en el freeway en hora pico y llegó la policía para infraccion­arnos. Mickey lo resolvió con la mejor actitud y le dio muchísima risa”, rememora con obvio cariño Toni.

Ella tenía 20 y él 23, contempori­zaban y creaban una complicida­d con la que él se sentía cómodo, “nos veía más a nosotros que a sus amigos”, así que a veces le daba por escaparse con Toni Torres al centro comercial “hasta que alguien lo reconocía; una ocasión nos tuvimos que esconder en una tienda y llamar a su guardaespa­ldas para que nos sacara”.

METICULOSO Y SOFISTICAD­O

La seguridad comenzó a tomársela en serio en 1990, luego de que en un concierto en Venezuela una fan sacó unas tijeras para tratar de cortarle el pelo cuando se acercó a las primeras filas. “Después empezó a rentar el avión privado de Jaime Camil para la gira de Estados Unidos porque ya era imposible que anduviera en aeropuerto­s. Había lugares donde corría riesgos graves”, nos cuentas uexplubirr el ac ion is ta To ni.

De las últimas anécdotas que Toni Torres compartió con el cantante antes de que se volviera hermético y lejano con todos, fue en un vuelo comercial a Estados Unidos. “Era el tecolote, veníamos de un show a otro y sin dormir. Mickey estaba contento, tomó el micrófono de la sobrecargo y cantó para todos”.

Lo hizo como una broma y el piloto se lo permitió, “fue el último momento en que lo vi hacer algo divertido”, dice Torres, quien fue su única publirrela­cionista personal después de la era Luis Rey.

“Era muy chistoso, de verdad”, dice Toni. Disciplina­do y puntual también son palabras recurrente­s en la conversaci­ón: “No hubiera llegado a donde está si no lo fuera; se preparaba mucho y nunca salía de fiesta antes de un show, aunque le encantaban las bohemias en su casa, con varios amigos. Tocaba el piano, amaba el jazz más fino y escuchaba a Al Jarreau”.

“EDUCADO Y DISCIPLINA­DO’” Al parecer, toda la gente que ha pasado por su vida le tiene miedo: nadie quiere compartir nada que lo moleste o lo haga quedar mal, incluidas sus ex novias... excepto Aracely Arámbula.

Con el dinero no era diferente. Luego de lo que sucedió con su padre se ocupaba personalme­nte de sus finanzas, como recuerda Rosario Valeriano: “Mandaba a su chofer y a su guardaespa­ldas a hacer pagos; determinab­a las cuentas por colores: una era la azul y otra roja, así se administra­ba bien”. Igual de meticuloso era para su vestuario y los conciertos. “Siempre estrenaba zapatos para cada presentaci­ón y cuando terminaba se bañaba en el camerino antes de salir a recibir a los de la disquera y a sus invitados”, dice Valeriano. “Estaba impecable en todo momento, era extremadam­ente pulcro, olía delicioso y estaba muy en forma. Lo saludabas y sentías una roca en el brazo o la espalda”, nos platica Rosario.

EL DESAPEGO EN SU MÁXIMA EXPRESIÓN

“Todo lo que vivieron Toni y Rosario hoy sucede con nadie”, cuenta por su parte Víctor Hugo Sánchez, “dicen que existe una cláusula para sus nuevos empleados, en la que tienen prohibido hacerle la plática y mirarlo a los ojos porque ya no quiere intimar”.

El propio Sánchez comparte una vivencia relativame­nte reciente que muestra cómo ese hermetismo no parece tan lejano al trascendid­o de la cláusula. “Fue hace ocho años y un asistente de Alex (Basteri) me llamó de un teléfono de provincia para pedirme ese mismo día que me reuniera con él; fue un rollo acomodar mis horarios y los de mi hija, pero fui”. La cita era en Polanco, “¡pero para llevarme a Puebla!”, que era donde vivía Alex.

Luego de dos horas de carretera, el asistente le pidió al periodista que se colocara una capucha como “medida de precaución” para no develar el domicilio de los Gallego Basteri en esta ciudad colonial. “Cuando por fin llegamos, Alex me invitó a un restaurant­e de lujo a comer para agradecerm­e porque hablé bien de él en un programa de televisión. Y le llamó a Luis Miguel, quien en 20 segundos me dio las gracias y dijo que tenía un buen recuerdo de mí. Ambos se disculparo­n por la capucha… por cierto”, recuerda Víctor Hugo.

MARCELA…

El hermetismo de Luis Miguel no dio vuelta atrás desde que la prensa comenzara acosarlo sobre la desaparici­ón de su madre, en 1989. “Se hartó de eso”, dice Sánchez, quien fue parte del selecto convoy de reporteros que lo acompañaro­n a Mónaco a los premios a la música que Rainiero Grimaldi entregaba a petición de su hija, la princesa Estefanía, quien conoció a Luis Miguel en el Festival Acapulco del año 1992.

Luis Miguel conocía bien a cada uno de los periodista­s que cuidadosam­ente sus publirrela­cionistas convocaban. “Nos atendía como nadie en esta industria y él pagaba los viajes a todo lujo para las entrevista­s, no la disquera”, cuenta el periodista.

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SU NIÑEZ LOS ABUSOS DE SU PADRE Y LA EXTRAÑA DESAPARICI­ÓN DE SU MADRE MARCARON LA VIDA DE EL SOL DESDE SU INFANCIA Y PARA SIEMPRE.
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Enlos90s vivíasu épocadorad­a conciert entre osy Encabez premios . abalaslist­as más importa ntesde la música. Luis Miguel hizo historia en 1994 al ser el único latino invitado al concierto de Frank Sinatra.

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