El amor tiene buen sabor
Ir a Rocambolesc es toda una experiencia. Desde que ingresas a una de sus originales sucursales –inspiradas en Charlie y la fábrica de chocolate– puedes apreciar la originalidad del lugar, pero su magia va más allá. Es la mexicana Alejandra Rivas junto con su esposo, el reconocido chef Jordi Roca – quien con sus hermano, Joan y Josep, dirigen el restaurante El Celler de Can Roca– quien se encuentra al frente de una de las heladerías más simbólicas de España. La creatividad es parte fundamental para su negocio, y gracias a su constante búsqueda e inspiración son capaces de crear un menú diferente para cada temporada. “Nos toma entre tres y cuatro meses preparar los sabores. Cada que cambiamos la carta, trabajamos ‘a la moda’, hacemos una reunión en la que llevamos propuestas de combinaciones, sobre estas debatimos y concretamos lo que creemos que serán las mejores; después de probarlos, en las degustaciones siempre surgen cambios, ya sean de formulación o mezclas”, explica la repostera sobre cómo es que nacen cada una de sus creaciones.
El éxito de sus heladerías no se deriva de una sola cosa, sino del conjunto de una buena mancuerna, trabajo y materia prima de alta calidad. “Buscamos que sea un producto divertido, diferente y si mezclas esto con una gran elaboración, el resultado funcionará”, platica Rivas.
Alejandra es fiel creyente de que de la vista nace el amor; por eso cada uno de sus helados no es solo un deleite para el paladar, sino que tiene una excelente presentación. Rocambolesc es famoso por sus inigualables polos, que son paletas heladas con diferentes figuras y sabores. “Es un formato que nos permite jugar bastante, el año pasado hicimos una colaboración con Stranger Things en la que generamos cinco diferentes. También, como un guiño divertido, en cada ciudad en la que tenemos una tienda, hacemos una paleta homenaje a ese lugar. Por ejemplo, para Madrid, de la estatua del oso y el madroño realizamos un escáner y lo convertimos en nuestro polo y está hecho de madroño y melocotón; es un formato que permite divertirnos mucho y crear formas muy originales”, explica Alejandra quien desde niña sentía una afición muy grande por la cocina.
Por si no ha sido suficiente, otro de los sellos de Rocambolesc es el famoso Panet, este es un brioche relleno de helado, se coloca en una máquina creada por un diseñador industrial, y está perfectamente configurada con la temperatura exacta para que se mantenga caliente por fuera y el helado no se derrita por dentro. Igualmente
Restaurant.
podemos encontrar deliciosas combinaciones de sabores y distintos toppings como dulce de leche, confitura de guayaba y algodón de azúcar o helado de vainilla con crujiente de caramelo, bizcocho de chocolate y salsa de cacao, entre un sinfín de opciones.
La chef comparte esta aventura con Jordi. Para la pareja colaborar en conjunto es una de las cosas que más disfruta, aunque ellos consideran importante tener su propio espacio para desarrollarse profesionalmente. “Trabajamos juntos, pero no revueltos; él siempre está en Celler o Casa Cacao, y yo en Rocambolesc. De esta manera lo llevamos muy bien, aunque hay veces que el día no tiene suficientes horas y seguimos en casa, así que nos tenemos que proponer el aparcar temas laborales para la mañana siguiente. Pero creo que la clave es que nos respetamos y damos nuestro tiempo individual, aunque para llegar a este punto de estabilidad en el que estamos ahora, hemos tenido que aprender muchas cosas en el camino”, confiesa Alejandra.
Con una infinidad de sabores y diferentes mezclas, Rocambolesc se ha convertido en la heladería por excelencia. Ya sea solo o acompañado, sin duda, es el lugar ideal para disfrutar de un capricho dulce.