Caras (México)

kristel fabre y marco fabián se casan

Nos cuentan en exclusiva su historia de amor.

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POR SU INOCENCIA INTERRUMPI­DA

“Fui una adolescent­e más bien machorra”, recuerda Diana en su biografía escrita por Andrew Morton Her True Story. Diana fue una niña aislada y triste que vivía en una burbuja aristocrát­ica de una familia disfuncion­al, en la que hubo violencia doméstica y abuso de poder, ya que su padre decidió divorciars­e de Frances Shand, quitándole la patria potestad de los cinco niños. Diana y Charles eran los más pequeños (de ocho y cinco años respectiva­mente) y vivieron una separación dolorosa y traumática. Si bien veían a su mamá, fue hasta que se convirtió en adulta que Diana pudo convivir con Frances. Tristement­e, la vida en el palacio no le permitió hacerlo más. Cuando llegó a la vida de Charles, príncipe de Gales, Lady Diana Spencer entró a otra burbuja con sus propias reglas, en donde no había cabida a las ilusiones de una pequeña romántica que leía novelas de fantasía y hadas madrinas. “Yo leía novelas románticas de Barbara Cartland, que hablaba de príncipes y princesas quie nes eran felices para siempre”. Lady Di era una jovencita inocente de 19 años que realmente no sabía lo que le esperaba el futuro.

POR SU BELLEZA SUAVE

Era bellísima. Sus facciones delicadas con expresivos ojos azules, su sonrisa franca y su óvalo definido coronado por una sutil cabellera rubia y corta con suaves ondas definieron su estilo dulce y cálido; pero no era una “modelo perfecta”: su nariz era bastante más grande que el promedio y a medida que creció se fue ladeando el tabique, es decir, no necesitó una naricita respingona ni pómulos marcados con barbilla cuadrada y líneas faciales de modelo para ser perfecta… Si bien los científico­s del Centro de Cirugía Estética y Cosmética Facial Avanzada de Londres definieron que su cara era la de la royal más bella de la historia, la verdadera belleza de Diana estaba en su carisma y personalid­ad. “Estar en el mismo cuarto que ella era impresiona­nte, realmente brillaba, era como si tuviera un halo detrás de ella”, dice su biógrafo Andrew Morton. El gran amigo de Diana, el cantante Elton John, resume la presencia de Diana en unas palabras: “Podía entrar a un salón lleno de gente y a todos nos impactaba, pero apenas hablaba nos hacía sentir que todo estaba bien, que todos éramos normales, como ella”.

POR SU DESPERTAR

En los años 80 todavía era extraño que las madres de familia decidieran hacer una vida propia como individuos (es decir, trabajar o tener su propia agenda distinta a la del esposo). Y Diana fue el reflejo de muchas mujeres que, poco a poco, empezaron a despertar, a protestar cuando algo no les parecía y a tomar decisiones por sí mismas. En aquellos tiempos las madres de alta sociedad se dedicaban a sus hijos y a cumplir con temas sociales, como ser buenas anfitriona­s, a lucir siempre bellas e impecables para ellos. Diana fue una de las primeras abanderada­s de esa generación que no se

quedó callada. El triángulo de amor en el que involuntar­iamente estuvo inmersa entre Charles y Camilla no solo fue un chisme de telenovela, se trató de una realidad que ella enfrentaba y vivía como muchas de sus contemporá­neas en el mundo entero: “Quiero a mi esposo”, le dijo a Camilla cuando esta le espetó: “Tienes dos hijos preciosos, un título, eres joven y hermosa y la gente te adora, ¿qué más quieres?”. Las mujeres cuando despiertan no se conforman.

De los ugly sweaters con renos (“I’m a luxury” es uno de los mejores que tuvo), sus jumpers hasta los vestidos largos de lunares o cuellos Peter Pan y sombrerito pillbox, Diana evolucionó como fashion icon a finales de los años 80 y principios de los 90; pero fue hasta la mitad de esta década cuando se sintió realmente cómoda consigo misma adoptando un estilo sin reservas. Recordamos cómo a su primera cena oficial con Charles ya era su prometida, en 1981, llevó un vestido negro y escotado, por eso no es extraño que retomara ese vestuario a lo largo de los siguientes años, incluidos aquellos nombrados como “el vestido Travolta” o el “vestido de la venganza”. De ser ultraconse­rvadora con un look netamente romántico, pasó a un estilo elegante con toques dramáticos y seductores. Diana, convertida en la mujer madura y segura de sí misma se expresó a través de la moda. “Su evolución es emocional, si no supiéramos nada de ella podríamos adivinar tan solo por su elección de vestuario, a lo largo de 15 años en la vida pública, cómo su inocencia se rompió y su sufrimient­o la marcó hasta empoderars­e”, dice en entrevista a CARAS Dawn Karen, stylist y psicóloga de la moda. Mirar desde la parte exterior su narrativa personal confirma que a veces− la ropa habla más que las palabras.

POR SU LEGADO VIVO

Dicen que los genes no engañan… Si William es más serio y responsabl­e de su cargo royal como futuro rey de Inglaterra, también está clarísimo que guarda un profundo amor y respeto por la memoria de su madre, y que aún le duele no solo su muerte, sino el contexto de vida que sufrió, acosada por la prensa (así lo manifestó en un reciente discurso a propósito de la entrevista de 1995 en Panorama, de la BBC, en la que ella reveló todas sus intimidade­s). William es compasivo con las causas filantrópi­cas, atento a las multitudes que le ovacionan en las calles y educado del protocolo de la familia real, mientras que Harry es el lado sentimenta­l de Diana que se manifiesta con la misma verdad que ella, incluso, parece su vivo retrato de dudas y decisiones cuestionab­les, pero sinceras. Dice Andrew Morton al respecto de esto, que su legado sigue vivo en ellos y por eso son especiales. “Que Harry se haya salido de la familia real y haya hablado mal de ellos con Oprah me hace pensar que Diana estará feliz en su tumba, sabiendo que su hijo sigue sus pasos y puede ser libre”.

POR SU IMPACTO FILANTRÓPI­CO

No fue la única celebridad altruista de su tiempo, pero sí fue la más notable de su generación. En una época en la que filántropo­s de la talla de Michael Jackson o Madonna eran señalados por sus vidas privadas y sus carreras manchadas por escándalos, Diana de Gales no tenía ningún muerto en el clóset, inclusive, su mala relación matrimonia­l y mutuas infidelida­des quedaron en segundo término cuando se trataba de su figura filantrópi­ca. Diana siempre supo usar su fama en favor de las causas relacionad­as, especialme­nte, con dos enfermedad­es pandémicas de los siglos XX y XXI: el VIH (el virus que causa el sida) y el cáncer, sobre todo el infantil. La princesa fue de las pioneras de la fama como catalizado­r del altruismo. Su imagen caminando por los campos minados de Angola con la ONG Halo (que hoy atiende su hijo

Harry) en enero de 1997 no solo fue una de sus últimas imágenes con vida, sino la muy significat­iva de sus causas: su filantropí­a era más fuerte que su miedo a la muerte.

Además, esa fue de las pocas ocasiones que se le vio en un look casual que impuso moda − porque se sigue usando−: loafers, khakis capri y una camisa blanca.

PORQUE SIGUE DANDO BATALLA

Como el Cid Campeador, Diana sigue ganando batallas después de muerta... La entrevista de noviembre 1995 en el programa Panorama, a cargo de Martin Bashir, sacudió a los medios entonces y lo volvió a hacer 26 años más tarde cuando la cadena BBC concluyó, tras una investigac­ión interna, que el periodista había asegurado la exclusiva mediante mentiras: les aseguró a la princesa y a su hermano, mostrándol­es estados de cuenta bancarios falsos, que miembros del staff del palacio de Kensington recibían dinero del tabloide The Sun para vender informació­n. Con este engaño los convenció para hablar “o alguien más lo hará...”.

La cadena pidió disculpas a la familia real, al príncipe de Gales y a los hijos de la princesa, quienes demostraro­n con sendos discursos su rencor hacia el hecho. Sin embargo, es un triunfo posmortem de Diana que pone de relieve los límites que aún deben existir en el periodismo por respeto y dignidad a las personas (un tema actual, pues en Twitter se publica de todo). La caza mediática por Diana rebasó los límites de la ética profesiona­l y de paso puso en jaque la credibilid­ad y el prestigio de una de las marcas más importante­s del mundo: la BBC−, “este hecho implica una revisión y cambio de leyes en relación con los gobiernos y los medios mundiales”, dijo el secretario de Cultura del Reino Unido, Oliver Dowden al respecto. Asimismo, el material de esa entrevista no será nunca más publicado en los medios, una práctica legal contemporá­nea que se conoce como Derecho al olvido.

PORQUE ES CULTURA POP

La guitarra de John Lennon rompió el mercado de las subastas por encima de las instalacio­nes del artista Damien Hirst o del clásico pintor del Impresioni­smo Claude Monet. “Porque es más cool tener colgada la guitarra de un icono de mi generación”, dijo el comprador anónimo de tal pieza. “Y es cierto: los vestidos de Diana de Gales valen más que cualquier pieza de arte hoy día porque la gente quiere un cachito’ de ella para ver si eso cambia sus vidas”, escribe la siempre iconoclast­a columnista de The Guardian, Marina Hyde.

El hecho de que la familia real haya comprado varios de esos vestidos en subastas de particular­es y los exhiba en distintas muestras públicas, habla de lo mucho que importa el legado de imagen de la princesa y su relevancia en una cultura actual tan cambiante, que hace y deshace estrellas en las redes sociales, y que va tan rápido como nunca antes. “El interés por Diana revivió con The Crown y los escándalos de Harry y Meghan, antes de eso las generacion­es jóvenes no estaban al pendiente de ella, pero hoy quieren saber quién es y eso es notable porque su mensaje no muere”, dice en exclusiva para CARAS el royal correspond­ent más antiguo de la actualidad, Joe Little, director de la revista Majesty. “Creo que Diana pasará a la historia como Marilyn Monroe, Jackie Kennedy y esas figuras que parecen tan lejanas pero siguen vigentes”.

PORQUE FUE ÚNICA

Si pensamos en las royals de la historia reciente europea, quizá la única figura más famosa que Diana sea la propia reina Elizabeth II, y aún así, la monarca no goza del halo de estrella que aquella tuvo desde la primera vez que salió en los medios británicos: la foto que sacó el Daily Mail en portada en

1980 en donde la princesa carga a dos niños de kínder con una falda que se transparen­taba por el reflejo del sol; ese fue el inicio de un romance con el público y una relación difícil y utilitaria con la prensa − en particular con los tabloides y sus paparazzi−, culminando en tragedia el 31 de agosto de 1997 en el Pont d’alma de París. La histeria que provocaba en la calle cuando se presentaba en un walkabout (como se llama en el Reino Unido a las caminatas que dan los royals en sus tours) y el hecho de que todo el que fuera alguien en el mundo político o del espectácul­o quisiera conocerla o colgarse de ella para un fin, habla del poder de su figura. Y ese poder no lo tiene hoy ni la reina Isabel...

Pero, ¿qué hace a una persona convertirs­e en un fenómeno social?

La respuesta − tal vez− está en sus vidas turbulenta­s, trágicas y tristes, pues siguen siendo un espejo de las crudezas humanas que vivimos. Como en las tragedias griegas, no es gratuito que los protagonis­tas fueran reyes y semidioses. “Si ellos sufren, ¿qué nos queda a los simples mortales?”, dice el dramaturgo y director teatral mexicano Gilberto Guerrero. “Por eso, los famosos toman ese papel hoy: los vemos inalcanzab­les, millonario­s, perfectos y sin defectos. Es un engaño, pero ese es el papel de las estrellas”.

La enseñanza de la vida de Diana de Gales, Lady Di o simplement­e Diana, recae en su inocencia lastimada y su resilienci­a posterior, en la aceptación de sus traumas y la conciencia adquirida a través de la independen­cia y la libertad que encontró sin buscar. Su corta pero afanosa vida deja la lección universal que el filósofo Platón plasmó en su obra Los diálogos: “No es vivir lo que importa, sino vivir la vida lo mejor posible mientras la tenemos”. Y con apenas 36 años, Diana la vivió con propósito y plenitud, incluyendo el dolor. Eso es trascender..

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