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EN EXCLUSIVA José Murillo Karam y su obra más grande.

“No creo que haya un padre que no quiera a sus hijos y que no quiera tener la mejor familia del mundo, tiene que estar enfermo para que eso pueda suceder”, asegura. Por primera vez, el ingeniero habla de la experienci­a de ser padre. No tiene consentido, a

- TEXTO: ELLIOTT RUIZ | FOTO: CORTESÍA

Q&A

¿ Recuerda el momento en que se convirtió en padre por primera vez?

Fue un momento muy… no difícil, sino diferente. Hay varios momentos, primero cuando te avisan que vas a ser padre y transcurre durante el tiempo del embarazo; otro es cuando realmente te dicen: ¡Ya nació! Es una niña, y en ese momento llega la transforma­ción total. El mundo gira muy rápido y tú ves toda tu vida en un segundo; hay una manera diferente de comportars­e o de madurar en la vida. El ser nuevo te cambió, te va a dar una nueva vida, una sensación de felicidad, pero a la vez de responsabi­lidad y de transforma­ción. A lo mejor creciste en ese momento 20 años, generaste algo nuevo para este mundo, hay una nueva sensación de vida.

¿Hace cuánto de eso?

Hace 38, 39 años.

De la forma en la que su padre lo educó, ¿qué cosas conservó para sus hijos?

Los valores: la honestidad, la responsabi­lidad, el hacerse cargo de sus propias consecuenc­ias, la humildad, el trabajo… lo mejor que podemos darles es una educación y valores.

¿Qué tradicione­s familiares le ha heredado a sus hijos?

El apego, el estar mucho con la familia y vivir cerca de tu familia. Es algo que me enseñaron. Nosotros siempre comíamos alrededor de mi padre, había una convivenci­a familar muy unida, a lo mejor hasta enfermiza –mucha gente decía- pero lo disfrutába­mos mucho, cosa que a la fecha se ha perdido mucho, la familia liderada por el padre.

¿En qué son diferentes los padres de hoy a los de antes?

Tenemos que pensar en que las libertades son mucho mayores, la amplitud de mentalidad que tienen los hijos para poder volar hacia otros lugares y separarse con mayor facilidad de la familia. Tenemos que tener una apertura mucho mayor de su crecimient­o, en el lugar que ellos elijan. Yo creo que antes (los papás) teníamos un poquito más de posibilida­d de elegir la forma y el lugar en la que iban a llevar su vida, ahora son más libres.

¿Hay alguna cosa que le hubiera gustado que sus hijos hicieran y que al final ellos tomaron sus propias decisiones?

El estar más cerca de mí. Los extraño mucho; es una decisión de ellos.

¿Cuál es el aprendizaj­e más importante que le ha dejado la paternidad?

Que cada persona es un mundo diferente y que debemos respetar el pensamient­o y la forma de vida de cada quien.

Las nuevas generacion­es ya no quieren tener hijos, huyen de esa responsabi­lidad justifican­do que vivimos en un mundo de sufrimient­o. ¿Usted qué les diría?

Yo creo que ellos piensan más en sus libertades, en su manera de manejarse en la vida. No quieren vivir amarrados, anclados a algo que los ate; pero en cuanto tienen un hijo, ya no se miden en tener los demás, es el valor que tiene un hijo.

Dicen que para trascender en la vida hay que tener un hijo, sembrar un árbol, escribir un libro. ¿Qué le falta a usted?

Yo creo que las tres cosas ya las pasé. El escribir un libro para mí es la creación de una obra, porque incluye diseño, dibujo, estructura­ción, cálculo y luego hay que hacerlo realidad, erigirlo como un monumento. Por lo menos mientras yo viva, van a existir muchas de mis obras. Libros sí he escrito, tesis, proyectos pequeños; hemos dejado algo ahí para que continúe, como educativo.

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