Romina Rapp convirtió su experiencia en el Viejo Continente en un estilo arquitectónico.

Creció viendo a su papá trabajar entre restiradores y lápices, en medio de planos y dibujos. Desde ese momento comenzó su interés por la arquitectura, cuando su atención la capturó la famosa regla T.

Terminó la preparatoria y se fue de intercambio a Estados Unidos mientras decidía qué carrera estudiar. En esa etapa de su vida llegó a cruzar por su cabeza Historia del Arte o Literatura, sin embargo, a su regreso, definió que la mejor opción era Arquitectura, carrera que siempre le había interesado. “Junto a mi papá comenzamos a buscar universidades. Yo me quería ir a estudiar a la Ciudad de México, pero como acababa de llegar de mi intercambio, pues quería estar aunque sea un año con mis papás en Pachuca. Al final, ya nunca me fui y cursé aquí los cinco años”, dice.

En 2018, decidió viajar a Barcelona para estudiar su maestría y posgrados, aunque esa no era su única opción. “Me llamaba mucho la atención una maestría en Florencia que duraba dos años, pero tenía que llegar con el italiano al 100 por ciento, y como sentí que era el momento ideal para irme, opté por Barcelona. Me fui sola, pero hice grandes amigos allá, y la verdad es algo que me cambió totalmente el panorama”, confiesa.

Para Año Nuevo, recibió la visita de su novio, Antonio Hernández, para pasar juntos esa fecha tan especial. Entre pláticas, sale el tema de asociarse formalmente, ya que a pesar de llevar varios meses trabajando juntos y apoyarse entre ellos, lo que buscaban era crear su propia marca. “Regreso a Pachuca y decidimos echarlo a andar. Hicimos un logo muy básico y comenzamos con algunos proyectos, pero empieza la pandemia y eso nos baja el ritmo”, comenta.

Durante ese periodo, Romina decide darle más seriedad a sus planes y comenzó a buscar a profesionales en el tema. “La verdad ya tenía las ganas de darle más identidad al despacho, colores, nuevo logo, crear redes sociales, etc., pero la idea no era hacerlo nosotros, sino contratar a alguien especializado”, cuenta.

Revisaron todos los detalles por dos meses, y en diciembre decidieron hacerlo público y trabajar bajo el nombre de ANHEMA, con el que destacan en diseño, construcción, remodelaciones e interiorismo.

Rapp se describe como una persona observadora y apasionada de su trabajo. “Crear algo desde cero o que quizá visualicé en un momento y después de trabajar en ello, llegar a pararme ahí, eso me emociona muchísimo. Me apasiona dejar una huella y un poco de mi esencia en cada proyecto. Yo me acabo encariñando siempre con las casas, cuando estamos en el proceso de trabajo, me imagino viviendo ahí, si hago una oficina me visualizo trabajando ahí, porque todos los proyectos los tomo como míos. Ver a una persona contenta y que quede feliz con mi trabajo, es lo que más disfruto”.

Hasta la fecha, Romina confiesa que una de las partes que menos le gusta es la etapa de la obra, y eso es algo que trabaja muy bien en conjunto con su novio. “Yo soy más arquitecta de escritorio, de diseño”, resume.

Pero de lo que sí se declara fan, es de la primera cita con el cliente. “Esa primera entrevista a mí me encanta porque es observarlo, escucharlo y entender que es diferente al proyecto que quizá acabas de terminar, a pesar de que sea algo similar”, describe.

Su inspiración a la hora de trabajar llega de todos los viajes que ha tenido oportunidad de realizar. Comienza a recordar lugares, colores y paisajes que le ayuden a aterrizar sus ideas. “También me gusta mucho leer e ir a los museos, puedo pasarme horas ahí. Todos esos lugares son inspiración para mí, siempre trato de traer ideas de algún momento de mi vida o lugar que me haya marcado”, finaliza.