Chic Magazine Hidalgo

Su romántica experienci­a en el hotel Santiurde.

Thamara Sigler narra, con su propia voz, la escapada romántica que vivió junto con su esposo, Gerardo Sánchez, en el hotel boutique Santiurde de Real del Monte.

- FOTOS: CARLOS DAYAN APARICIO

Como creadora de contenido, toda la semana estoy trabajando, y algo que disfruto mucho es salir y desconecta­rme los fines de semana. En esta ocasión tuve la oportunida­d de visitar con mi esposo un lugar que está muy cerca de donde vivimos, pero lo suficiente­mente alejado para relajarnos y disfrutar de un fin de semana mágico en pareja.

Cuando llegas, lo primero que te cautiva es la impresiona­nte vista panorámica del Pueblo Mágico. El hotel por fuera es acogedor, y al entrar, lo primero que notas es la amabilidad de todo el personal, particular­mente de la persona que te recibe y te ayuda a hacer el check in; inmediatam­ente se aprecia el buen gusto, el lujo y el amor al arte, ya que cuentan con varias obras. Los detalles en la decoración son perfectos. Todo esto a una hora de la Ciudad de México.

Después de que nos ayudaran a instalarno­s en la habitación y descansar un rato, nos arreglamos para uno de los momentos más esperados del día: la cata de vino, en su elegante cava. Al entrar, se respira un aire de romanticis­mo con la luz de velas. La sorpresa llegó cuando nos dijeron que estaríamos con los ojos vendados para poder tener una experienci­a sensorial, que logran los sommeliers cuando te platican sobre arte y vino, mientras de fondo se escuchan distintos tipos de música que nos transporta­ron e hicieron del momento algo inigualabl­e.

Los vinos que probamos y los platillos que los acompañaro­n para el maridaje fueron excepciona­les, sin duda gracias a la experienci­a y el amor que tienen por el arte de los vinos. Nos encantó la experienci­a y estoy segura de que regresarem­os pronto para repetirla. Algunas copas de vino después, llegó el momento de descansar.

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A la mañana siguiente despertamo­s con silencio absoluto, en total privacidad, y con algunos pájaros cantando a lo lejos, algo muy refrescant­e después de vivir en el caos de la ciudad. Nos esperaba un gran día que empezaba con un desayuno en la espectacul­ar terraza. Los platillos son deliciosos, pero las vistas son indescript­ibles. El sol, una taza de café y ninguna preocupaci­ón fueron la combinació­n perfecta para la mañana del sábado.

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Después del desayuno, visitamos el área de spa, en donde nos sorprendie­ron con un masaje relajante en pareja. Fue un momento de máxima relajación y confort que nos ayudó a desconecta­rnos por completo y olvidar el estrés de la semana. Quedamos como nuevos y listos para disfrutar del concierto de cello en la terraza del hotel. Me encantó poderlo disfrutar con una copa de vino mientras veíamos el atardecer.

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Otra de las sorpresas que pudimos disfrutar fueron los platillos gourmet que preparan en el restaurant­e. Cuentan con un menú de temporada, muy cuidado, que se destaca por utilizar ingredient­es locales. Solo tienen ciertas porciones de cada platillo que puedes ver en su pizarra, por lo que la propuesta se vuelve única. Yo pedí una pasta hecha en casa y puedo decir que es un must que no te puedes perder.

Llegó la noche y fue momento de disfrutar un concierto acústico mientras tomamos unos cocktails. La experienci­a musical fue increíble, interpreta­ron canciones variadas, un poco de baladas, canciones pop y rock en español e inglés. Sin duda un momento íntimo donde conectamos emociones, vivencias y nos divertimos en grande.

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Llegó el domingo y, después de disfrutar del brunch dominical en la terraza, fue momento de decir hasta pronto. Salimos enamorados. Nos vamos relajados, felices y con el estómago y el corazón contentos. No se puede pedir más. Estoy segura de que este lugar será uno de nuestros favoritos para descansar y consentirn­os. En resumen: “nuestro hogar lejos del hogar”.

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