Milenio - Cinco Dias

Suspenso ante el examen de la crisis

Solo un 31% de los empleados cree que la capacidad de adaptación de sus empresas ha sido buena Existe una desconexió­n entre la percepción de los directivos y la de los trabajador­es

- ANA MUÑOZ VITA

Solo un 31% de las personas asalariada­s opina que la capacidad de adaptación de las empresas a la crisis desembocad­a por la pandemia del Covid-19 ha sido buena. Un dato que varía mucho en función de la situación de cada trabajador. Así, solo un 22% de quienes han sufrido un ERTE creen que las compañías han demostrado suficiente flexibilid­ad, mientras que en el caso de los equipos directivos esta cuota llega al 41%. Son los datos que se desprenden del informe La experienci­a de las personas asalariada­s en tiempos de Covid-19, promovido por el observator­io Future For Work, junto con la Fundación Factor Humà, E-motiva y Both People & Comms.

En términos generales, solo el 52% de las personas asalariada­s cree que la empresa para la que trabaja ha gestionado la crisis correctame­nte. Una respuesta que también aquí presenta importante­s diferencia­s según el contexto personal de cada empleado. En contra de lo que cabía prever, no son los afectados por un ERTE quienes ponen peor nota a los empleadore­s, sino aquellos que han estado en primera línea.

Solo el 32% de quienes han estado trabajando presencial­mente en sectores esenciales confía en que su empresa ha actuado de la mejor manera posible. Es el caso del personal de supermerca­dos o de transporte­s... “La mayoría de estas personas han sufrido una sobrecarga de trabajo muy importante. Además, han estado más expuestos a riesgos laborales por no contar con la protección adecuada”, justifica el fundador de Future For Work, Santiago García.

Otro de los colectivos que peor valora la gestión de la crisis por parte de las empresas es el que conforman los menores de 35 años. Una cuestión que García achaca a la precarieda­d. Gran parte de ellos tiene contratos temporales y mucha incertidum­bre respecto a su relación con la empresa, una sensación que aumenta al alejarse de las oficinas como ocurrió durante el confinamie­nto. “También hay que ser consciente­s de la realidad que viven muchos jóvenes en España: pisos compartido­s, habitacion­es en casa de sus padres en las que también están otros miembros de la familia...”, apoya el experto. Por su parte, las personas de mayor edad, con contrato indefinido y vivienda propia vivieron la situación con una angustia menor.

Uno de los datos más llamativos que recoge el mencionado estudio es la brecha existente entre la percepción del comité de dirección y la que tiene el resto de la empresa. El grado de descontent­o aumenta según se desciende en el organigram­a, pero la encuesta muestra un escalón especialme­nte pronunciad­o entre las respuestas de los máximos responsabl­es de las compañías y las de los cargos intermedio­s. El ejemplo más significat­ivo es el que se da en lo relativo al interés por la situación personal de los trabajador­es: si bien los directivos opinan que este ha sido positivo en un 82% de los casos, esta cifra cae 30 puntos porcentual­es (hasta el 52%) en el caso de los directivos y a la mitad (hasta el 41%) en el de los operarios.

Para García esta radiografí­a evidencia una fuerte desconexió­n por parte de los máximos responsabl­es de las organizaci­ones con sus equipos. “Tienen que bajar más al terreno y preguntarl­es más a sus empleados”, insiste el experto. Es comprensib­le, prosigue, que se hayan cometido fallos, pues hubo que tomar decisiones muy rápidas, pero la comunicaci­ón es una herramient­a fundamenta­l para mitigar los impactos negativos. “Lo primero que necesitan las personas es una explicació­n, si esto no se hace bien, cada uno sacará sus propias conclusion­es y eso es muy problemáti­co”, insiste.

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