Guardia Nacional: ¿quién gana?
La reciente aprobación por unanimidad en el Senado del dictamen para crear la Guardia Nacional al parecer dejó satisfechos a todos los actores involucrados en el proceso. Todas las partes reclaman para sí el logro. La oposición —léase PAN, PRI, PRD, Movimiento Ciudadano— y grupos de la sociedad civil presumen que, con su aportación a las discusiones, incluyendo por primera vez el ejercicio de Parlamento Abierto, evitaron la “militarización” que implicaba la propuesta inicial del Ejecutivo. Corresponde a ellos, aseguran, que la nueva corporación tenga mando civil.
Destacó la postura inamovible del PAN, que se empeñó en bloquear lo que con Felipe Calderón buscó afanosamente: la participación abierta del Ejército en labores de seguridad pública.
Un respiro, pues, en lo que era apreciado como un trabajo desarticulado de la oposición que tocaba las lindes de la alharaca y la impotencia.
Incluso organismos internacionales, como Naciones Unidas, celebraron los ajustes en el Senado a la propuesta de Guardia Nacional. Consideraron atendidas sus preocupaciones y vieron en lo aprobado por los senadores un avance y aplaudieron que no se desecharan sus recomendaciones.
Gana Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el Senado, ya que queda como un hombre eficaz y confiable al lograr que la propuesta para crear la Guardia Nacional contara con el aval de los 127 senadores. El zacatecano queda ante los demás, y sobre todo ante el Presidente, como alguien que cumplió la tarea encomendada, contrario a lo que sucedió en la Cámara de Diputados con Mario Delgado.
Ganan las fuerzas armadas, porque después de 12 años de operar en tareas de seguridad pública sin un marco legal pertinente, están a punto de contar con un instrumento que norma su participación.
Pero definitivamente el Presidente gana y gana más, porque habría obtenido lo que deseaba: la posibilidad de nombrar a un militar, activo o en retiro, como cabeza del nuevo cuerpo nacional, y que las fuerzas armadas participen en labores de seguridad pública. Además de que ante un posible fracaso de su estrategia puede argüir que ésta no funcionó debido a que su propuesta no pasó como él quería, de tal suerte que se abrió el margen para compartir responsabilidades.
Ahora bien, la ruta para la creación de la Guardia Nacional aún está incompleta. Falta que el dictamen regrese a la Cámara de Diputados para que sea aprobado y luego obtenga el aval al menos de 17 de las 32 entidades para que sea una realidad.
Una vez cubierto el tramo, habrá que esperar que con la implementación de la Guardia Nacional el ciudadano también resulte ganador; es decir, que se le garantice respeto a su vida, a sus bienes y a una convivencia en un ambiente en el que no impere el temor.