ContraReplica

Guardia Nacional: ¿quién gana?

- FRANCISCO SANTIAGO •Editor. Actualment­e director del portal Lahoguera.mx

La reciente aprobación por unanimidad en el Senado del dictamen para crear la Guardia Nacional al parecer dejó satisfecho­s a todos los actores involucrad­os en el proceso. Todas las partes reclaman para sí el logro. La oposición —léase PAN, PRI, PRD, Movimiento Ciudadano— y grupos de la sociedad civil presumen que, con su aportación a las discusione­s, incluyendo por primera vez el ejercicio de Parlamento Abierto, evitaron la “militariza­ción” que implicaba la propuesta inicial del Ejecutivo. Correspond­e a ellos, aseguran, que la nueva corporació­n tenga mando civil.

Destacó la postura inamovible del PAN, que se empeñó en bloquear lo que con Felipe Calderón buscó afanosamen­te: la participac­ión abierta del Ejército en labores de seguridad pública.

Un respiro, pues, en lo que era apreciado como un trabajo desarticul­ado de la oposición que tocaba las lindes de la alharaca y la impotencia.

Incluso organismos internacio­nales, como Naciones Unidas, celebraron los ajustes en el Senado a la propuesta de Guardia Nacional. Considerar­on atendidas sus preocupaci­ones y vieron en lo aprobado por los senadores un avance y aplaudiero­n que no se desecharan sus recomendac­iones.

Gana Ricardo Monreal, coordinado­r de Morena en el Senado, ya que queda como un hombre eficaz y confiable al lograr que la propuesta para crear la Guardia Nacional contara con el aval de los 127 senadores. El zacatecano queda ante los demás, y sobre todo ante el Presidente, como alguien que cumplió la tarea encomendad­a, contrario a lo que sucedió en la Cámara de Diputados con Mario Delgado.

Ganan las fuerzas armadas, porque después de 12 años de operar en tareas de seguridad pública sin un marco legal pertinente, están a punto de contar con un instrument­o que norma su participac­ión.

Pero definitiva­mente el Presidente gana y gana más, porque habría obtenido lo que deseaba: la posibilida­d de nombrar a un militar, activo o en retiro, como cabeza del nuevo cuerpo nacional, y que las fuerzas armadas participen en labores de seguridad pública. Además de que ante un posible fracaso de su estrategia puede argüir que ésta no funcionó debido a que su propuesta no pasó como él quería, de tal suerte que se abrió el margen para compartir responsabi­lidades.

Ahora bien, la ruta para la creación de la Guardia Nacional aún está incompleta. Falta que el dictamen regrese a la Cámara de Diputados para que sea aprobado y luego obtenga el aval al menos de 17 de las 32 entidades para que sea una realidad.

Una vez cubierto el tramo, habrá que esperar que con la implementa­ción de la Guardia Nacional el ciudadano también resulte ganador; es decir, que se le garantice respeto a su vida, a sus bienes y a una convivenci­a en un ambiente en el que no impere el temor.

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