La vida incierta de los captores de El Chapo
Alos grandes capos de las drogas los rodea la muerte. Matar es una de las constantes de una actividad sin contemplaciones ni arrepentimientos. Joaquín El Chapo Guzmán no es la excepción y, por el contrario, es responsable de una parte, nada despreciable, de la violencia que el país padeció desde hace décadas. Por ello, quienes participaron en sus capturas, recibieron apoyo del Estado mexicano y de muchos de ellos su identidad se encuentra reservada.
Por ejemplo, los nombres de quienes recibieron la recompensa en 1993, que ofrecía la Procuraduría General de la República por información que condujera a su captura, luego del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, están resguardados en documentos notariales que deben mantenerse en secreto.
En aquella ocasión, El Chapo fue detenido en Guatemala, gracias a las labores de inteligencia del Centro de Control de Drogas y a información de fuentes diversas, inclusive algunas en los limites fronterizos en Chiapas.
Ayudó que el procurador Jorge Carpizo conociera bien al presidente guatemalteco Ramiro de León Carpio, quien también se había desempeñado como ombudsman y que recién iniciaba su mandato, para evitar que los intentos de soborno desplegados por el cártel de Sinaloa surtieran efecto
A El Chapo lo trasladaron en un avión de paracaidistas del Ejercito mexicano hasta el Estado de México, para recluirlo en el penal de máxima seguridad de Almoloya, en una acción cuidada para evitar un posible recate, pero también para garantizar la seguridad del detenido.
No se informó a nadie, hasta que el responsable de la operación, el general Jorge Carrillo Olea, le llamó por teléfono al procurador, Jorge Carpizo, para anunciarle: “El caballero ha sido asegurado”.
Otros, los que capturaron a El Chapo en la última ocasión, fueron comisionados en el extranjero, como Nicolás González Perrín, responsable del operativo Tiburón Azul en enero de 2016, a cargo de un equipo especial de 70 agentes de la Policía Federal (PF) listos para enfrentar al Chapo y su detención.
González Perrín ha participado como ministro agregado de la PF para Estados Unidos y Canadá.
El comisionado de Seguridad, Renato Sales, narró como es que policías cumplieron con su deber y procedieron a asegurar al narcotraficante más poderoso del mundo, esperando a que llegaran refuerzos y ante una alta incertidumbre sobre lo que podía ocurrir.
En resumen, son elementos de élite, de valor y honestidad probada.
Estamos en falta, la sociedad y el gobierno, con quienes arriesgaron su vida para capturar al jefe del cártel de Sinaloa. Para ellos todo cambió para siempre. Es evidente que tienen que ser reconocidos y respaldados.
Como escribió alguna vez Leonardo Sciascia, “hay frecuencias del poder que no se pueden conocer impunemente.”