El arte como valoración de la vida
Apesar de la intención de los gobiernos por frenar la proliferación de la violencia, hoy la experimentamos más allá del ámbito del crimen y lo ilícito, cada vez más, como algo natural en la vida cotidiana. Generamos formas de convivencia con más tolerancia al maltrato y conductas basadas en la competitividad, la división y la falta de empatía. Ni los países más democráticos pueden frenar el auge de los prejuicios y rencores contra quienes no consideramos igual a nosotros. Las tasas de ganancia de los mercados de arte se contrastan con la precarización de la vida y la extensión de la miseria.
¿Puede perder la sociedad tanta ética a tal punto que, la vida en ella se vuelva algo insoportable? ¿Podría el arte ayudarnos a hacer una recapitulación y regresar a la pregunta acerca del sentido que tiene todo esto?
Walter Benjamín, filósofo alemán del siglo XX, escribió: “la humanidad se ha convertido en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético”. Y a pesar de que nunca es sano decir lo que el arte debe hacer, sí es necesario preguntar por lo que el arte debe aportar a la sociedad y lo que la sociedad podría aprender del arte.
Desde el pasado, el arte ha sido un medio de exploración sobre las preocupaciones más profundas e inquietantes de los humanos. ¿Qué significa la vida? o ¿Quién controla la naturaleza y con qué propósito? Ya eran preguntas que el hombre primigenio tenía y lo reflejó en el arte rupestre. Hoy parece que el arte debe cumplir con una función nuevamente esencial: ayudarnos a redescubrir un significado valioso de la vida.
El arte debe ser capaz de hacer aparecer una experiencia de esperanza, ofrecernos una expectativa real de que las cosas pueden ser mejores y que podemos llegar a comprendernos mutuamente y crear un mundo más saludable existencialmente. Suely Rolnik, en un ensayo de 2001, hizo la pregunta: ¿el arte cura?, y propone que la cura que el arte puede ofrecer “tiene que ver con la afirmación de la vida como fuerza creadora, lo que depende de un modo estético de aprehensión del mundo. Tiene que ver con la experiencia de participar en la construcción de la existencia, lo que da sentido al hecho de vivir y promover el sentimiento de que la vida vale la pena de ser vivida”.
La estética puede ser entonces, algo como una consciencia autentica de sí mismo que capta lo que el mundo tiene de valioso. Aunque se necesita algo más que obras de arte que nos enseñen otra manera de sentir la vida y valorar las cosas, es necesario promover la valoración del arte entre la sociedad, acercarlo y, a la vez, tejer mejores condiciones para crearlo y usarlo.