ContraReplica

No entiendo a Sánchez Cordero

- ELENA CHÁVEZ GONZÁLEZ

Cuando me enteré de que mi excompañer­a en la Asamblea Constituye­nte de la Ciudad de México, Olga Sánchez Cordero, sería la secretaria de Gobernació­n pensé que la política interna del país sería más sensible y, sobre todo, apegada siempre al estado de Derecho del que tanto hablan los abogados. Olga significab­a la esperanza de darle un cambio total a la dependenci­a que por décadas había ostentado todo el poder después del que tenía el presidente de la República.

No entendía, sin embargo, como era que la exministra en retiro había aceptado tal responsabi­lidad cuando ni siquiera era conocida de Andrés Manuel López Obrador, mucho menos cercana a él.

Sánchez Cordero llegó a la Asamblea Constituye­nte vía designació­n del entonces presidente de la República, Enrique Peña Nieto, con quien había hecho amistad fungiendo como ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Se la debía a él, a Peña Nieto, la posición de diputada constituye­nte y se mantuvo durante los cuatro meses que duraron los trabajos constituye­ntes como la enviada del peñismo.

Nunca que yo sepa, el ahora Presidente de México, López Obrador, tuvo trato respetuoso con la exministra, al contrario, Olga fue duramente criticada por el tabasqueño por el elevado salario que percibía como magistrada, además de ser señalada por su actuación en varios casos que requerían justicia plena: uno de ellos el de la francesa Florence Cassez a quien defendió hasta dejarla libre.

Han pasado los meses desde que Sánchez Cordero sorpresiva­mente fue presentada por el titular del Ejecutivo federal como la flamante secretaria de Gobernació­n que, en los hechos, era todavía en el gobierno de Peña Nieto la posición más importante para los políticos que aspiran a brincar a la presidenci­a de la República.

Olga es secretaria de Gobernació­n porque así lo dice su nombramien­to; la realidad es que la estudiada abogada y notaria está totalmente disminuida, no tiene ninguna facultad que presumir, el Presidente López Obrador empezó quitándole la responsabi­lidad de la seguridad interna para pasársela a Alfonso Durazo, hoy secretario de Seguridad Pública federal.

El Presidente le impuso a los subsecreta­rios, sólo uno de ellos sigue en la dependenci­a: Alejandro Encinas, que tiene la difícil tarea de defender los derechos humanos que, para ser sinceros, no le interesan al primer mandatario de la nación.

Actualment­e Sánchez Cordero debe lidiar con la presencia del canciller Marcelo Ebrard, a quien el Presidente López Obrador le dio el mando y poder para ver y solucionar todo lo referente a la migración. Ante esta embestida presidenci­al, uno de los allegados a Olga, Tonatiuh Guillén renunció a la dirección del Instituto Nacional de Migración y quedó en su lugar un cercano al Presidente: Francisco Garduño que estaba de jefe de los reclusorio­s federales.

•Egresada de la escuela de PCSG. Exdiputada constituye­nte. Defensora de los animales y fundadora de "Ángeles Abandonado­s".

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