Ocurrencias
Algunas no tuvieron consecuencias y hoy solo son parte de la anécdota graciosa o del dato curioso, por ejemplo, cuando el gobierno de Pascual Ortiz Rubio quiso desterrar a Santa Clós de México
Una generación completa se ha reciclado en el poder desde mediados de los años 90 del siglo XX —de todos los partidos incluyendo a Morena—, y parece que no ha entendido nada. Cada sexenio parece que la nueva administración está empecinada en demostrar que puede ser más ocurrente que la anterior, o bien, demostrar que siempre se puede estar peor.
La historia de México es por momentos la historia de las ocurrencias de nuestros gobernantes. Pocos se salvan, pero no por su talento, sino porque pasaron sin pena ni gloria por Palacio Nacional.
Algunas ocurrencias no tuvieron consecuencias y hoy solo son parte de la anécdota graciosa o del dato curioso, por ejemplo, cuando el gobierno de Pascual Ortiz Rubio quiso desterrar a Santa Clós de México y en su lugar mandó llamar a Quetzalcóatl para que fuera el encargado de traerle regalos a los niños en la Navidad de 1930. Al final se impuso San Nicolás que se hizo unas botas con la piel de la serpiente emplumada.
Pero hay otros casos en que las ocurrencias han sido demasiado costosas, claro, no para el presidente en turno, sino para los mexicanos. El gobierno de nuestro amado líder no ha sido la excepción y comenzó el sexenio a tambor batiente con varias perlitas como la cancelación del NAICM por puro capricho aunque insistió que tenía cientos de miles de pruebas —que hasta hoy nadie ha visto—, para demostrar que todo era corrupción.
O el célebre Tren Maya que aun no existe porque ni siquiera hay proyecto ejecutivo, ni los estudios sobre el impacto ambiental, no hay nada más que el permiso de la Madre Tierra, que cierto, no es poca cosa, pero nada más; o la refinería de Dos Bocas o la cancelación de los recursos para las estancias infantiles o los viajes internacionales palomeados por nuestro mero mero y así podría referir un sinnúmero de ocurrencias que parecen increíbles, pues desde 2006, año en que nuestro amado líder juró regresar para ganar la grande como lo hizo en 2018, tuvo tiempo de sobra para preparar un super increíble proyecto de nación, bien aterrizado y no sólo un discurso para cada ocasión. Resulta que en 12 años no preparó nada y va improvisando sobre la marcha. Pero nuestro amado líder sólo es uno más en la lista y la lista es larga, por eso aquí van algunos ejemplos en el más absoluto desorden.
Juárez aceptó firmar el tratado Mclane-ocampo —pero los gringos se echaron para atrás, también como ahora, gracias a dios— y suspendió el pago de la deuda por dos años —entonces los franceses se echaron para adelante y nos invadieron—; A Lerdo de Tejada le dio por expulsar a las hermanas de la caridad y que se le voltea la sociedad; en 1908, a Porfirio Díaz le pareció buena idea decirle a un periodista gringo que se retiraría del poder en 1910 y desató la efervescencia electoral. Madero no tuvo empacho en nombrar a su tío Ernesto Madero y a su primo Rafael Hernández, secretarios de Hacienda y Gobernación, no obstante que eran más porfiristas que don Porfirio. Sucedió lo obvio: paralizaron el gobierno maderista.
Ocurrencia carrancista: don Venus le inventó un delito a Obregón para procesarlo y sacarlo de la contienda electoral en 1920 —sí, como Fox a López Obrador en 2005—, el resultado, una rebelión de generales que terminó con su asesinato; Obregón reformó la Constitución para reelegirse y gobernó desde el cementerio; Miguel Alemán se colgó la medalla de oro del sargento Mariles y de su caballo Arete en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 y ordenó la construcción un centro de deportes hípicos hasta que alguien le dijo que nadie tenía caballos en México mas que para las tareas del campo, entonces rehicieron el proyecto —no lo suspendieron—, así nació el Auditorio Nacional; A Díaz Ordaz le dio por jugar a la guerra contra los estudiantes en 1968; a Echeverría se le ocurrió dirigir la economía desde Los Pinos; López Portillo quiso administrar la abundancia, defender el peso como perro y nacionalizar la banca; Salinas la reprivatizó y la entregó a su amigos que no tardaron en quebrarla.
Gobiernos van, gobiernos vendrán y parece que un requisito constitucional para ser presidente, es ser ocurrente, solo hay que recordar una verdad de perogrullo: de buenas intenciones y ocurrencias está empedrado el camino al infierno.