La salida de Narro
Si uno piensa que la situación interna del Partido Revolucionario Institucional no puede ser peor, está equivocado. Diariamente se suman deserciones, fracasos, choques de intereses, tensiones personales y se abona al desprestigio de la primera institución partidista que creó la modernidad política mexicana. A partir de la migración hormiga de militantes iniciada con el lamentable nombramiento de Enrique Ochoa (posiblemente el más divisivo presidente del partido en su historia) y luego la equivocación mortal del destape de José Antonio Meade como candidato presidencial (el de más baja votación en toda su historia), la militancia se ha ido silenciosa pero constantemente a otros espacios.
La salida del doctor José Narro se produce con un azote de puertas que cimbra, pero no destruye porque ya no queda casi nada por destruir. Unos y otros lo juzgan desde posturas extremas. Los primeros lo acusan de no haber enfrentado la contienda y dicen que el partido está mejor sin él. No es cierto, en vista de las pocas figuras en el PRI con prestigio y sin acusaciones de corrupción a sus espaldas (no puedo pensar casi en ningún priista de alto nivel que no esté investigado o bajo sospecha de corrupción), el partido es hoy más pobre sin la imagen de un hombre como Narro. Otros afirman que hizo lo correcto y era el único curso de acción posible. Tampoco es verdad. Para quienes lo apoyábamos resulta una desilusión, pues nos dejó sin representación para expresar nuestro descontento.
Su renuncia se vio desde afuera como una evidencia más del desaseo de un instituto político que ni siquiera puede organizar una elección interna donde todos los contendientes acepten las reglas. Primero porque no tiene dinero (no hay recursos por tanta multa acumulada debido a las múltiples denuncias de actividades ilícitas) y segundo porque no hay una sola figura de suficiente solvencia y liderazgo moral como para que todos los aspirantes admitan su calidad de árbitro.
Circula en redes sociales y en Whatsapp una estampita que reza “Lo mejor del PRI, se queda en el PRI”. Suena muy bonito, pero es inexacto. Busque el lector en su memoria el nombre de un priista unánimemente respetado dentro y fuera del partido. Cada vez quedan menos figuras presentables en términos de calidad ética, profesionalismo político, estatura intelectual, integridad personal y propuesta de rumbo para México. Se van quedando quienes quieren negociar una posición a cualquier costo, quienes venderán sus convicciones a cambio de un distrito o una plurinominal. Quienes renunciaron a defender las reformas que impulsaron el sexenio pasado con tal de que no investiguen sus negros expedientes. Nadie sabe qué representa hoy el PRI porque ha dejado de representar algo. Mientras, apareció un video de Enrique Peña Nieto bailando con su nueva novia…
•Internacionalista y analista político: @avila_raudel