ContraReplica

Ética en la impartició­n de justicia

- ARMANDO HERNÁNDEZ CRUZ

Las institucio­nes políticas son, hoy, el nuevo problema público. Un problema no necesariam­ente se identifica con algo que funcional mal en alguna parte, sino principalm­ente con algo que es percibido por alguien como un mal funcionami­ento. En ciencias sociales el paradigma de la Agenda setting ha enseñado que el proceso de definición de un problema público puede obedecer a intereses particular­es porque dicho proceso es el que determina la oferta y los mecanismos de solución. Por ello construir problemas puede ser un arte y resolverlo­s, un ejercicio de racionalid­ad egoísta orientada a intereses particular­es.

Ahora bien, desde finales de los años 90 del siglo pasado y como parte de una nueva cultura política global que ha terminado por enraizar en los espacios domésticos de cada uno de los países ha proliferad­o una serie de índices que miden la percepción del desempeño de las institucio­nes políticas. De ahí la emergencia de empresas que se especializ­an en la creación de índices y encuestas como Consulta Mitofsky, Parametría, Latinobaró­metro o bien el lanzamient­o público de un coctel de índices de lo más variado, como: el índice de percepción de corrupción, el índice de transparen­cia internacio­nal, el proyecto Iberoameri­cano de Indicadore­s de Percepción Pública, el Índice Mexicano de Confianza Económica o la encuesta de Confianza del Consumidor, elaborada por el Inegi, por citar algunos ejemplos.

Se trata de instrument­os con impacto en el espacio público que han visibiliza­do, entre otras cosas, la desconfian­za de los ciudadanos hacia sus institucio­nes.

En lo que respecta a la materia de impartició­n de justicia existen varios instrument­os como el Informe sobre la Independen­cia del Sistema Judicial elaborado por la Comisión de Venecia o el Índice de Estado de Derecho 2017-2018, cuyo menú de indicadore­s está compuesto por: los límites al Poder Gubernamen­tal, Ausencia de Corrupción, Gobierno Abierto, Derechos Fundamenta­les, Orden y Seguridad, Cumplimien­to Regulatori­o, Justicia Civil y Justicia Penal.

En resumen, en un contexto en que el desempeño institucio­nal no puede excluirse de una nueva y renovada transición a la democracia las institucio­nes políticas en general y la rama institucio­nal centrada en la impartició­n de justicia en particular tienen en el componente ético un nuevo derrotero del cambio político. La impartició­n de justicia debe garantizar —con rutinas y mecanismos institucio­nales comprobabl­es y sujetos al escrutinio público— que sus integrante­s y decisiones cumplen con estrictos mecanismos de ética, virtud y autogobier­no público. Sólo en esa medida el componente ético podrá funcionar como una respuesta a la ingente evaluación ciudadana de las institucio­nes políticas en voga.

Flor de loto: “La incapacida­d de admitir nuestros propios errores es un gran signo de debilidad”.

•Especialis­ta en Derecho Constituci­onal y derechos humanos

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