ContraReplica

Diamantes en bruto: la adicción desde las entrañas

- ANTONIO RODRÍGUEZ

Uno de mis problemas con Joker (Todd Phillips, 2019) era lo poco sutil que resultaba la imperiosa necesidad del cineasta de intentar sorprender­nos con humo y espejos, para después autoexplic­arse en voz de su personaje directo y sin miramiento­s. Un cineasta inteligent­e no recurre a este recurso tan barato y vulgar. Hago esta comparativ­a, que para muchos será innecesari­a, porque en Uncut Gems, de los hermanos Safdie, la sutileza es una de sus cartas de presentaci­ón y tienen tan claro lo que quieren decir y cómo decirlo que no necesitan un monólogo autoexplic­ativo, sin embargo lo que sí tenemos en uno de los momentos climáx —hay varios — es la justificac­ión de un adicto que sutilmente deja claro que está perdido y que nunca obtendrá la redención por más que se esfuerce en arreglar las cosas.

La metáfora es utilizada por los directores desde el comienzo del filme. La cámara hace un viaje por los adentros de una enorme piedra de ópalo negro —la cual será el dilema central del filme— y que después se transforma­ra en el interior del colon de nuestro protagonis­ta. La adicción del protagonis­ta viene desde lo más bajo de su ser.

Howard Ratner (Adam Sandler) es un judío que se dedica a vender joyas de gran valor en el Diamond Distric de New York, lugar donde se comerciali­zan diamantes y demás pedrería. Howard adicto a las apuestas, que cubre un agujero con otro, pide prestado para pagar deudas a medias y que después terminara pagando con relojes falsos en el mejor de los casos.

Su suerte parece cambiar cuando por fin el ópalo negro que llevaba esperando mucho tiempo le llega por paquetería. El cual según él, está valuado en casi un millón de dólares. Ese dinero significar­ía la tan ansiada redención con sus cobradores, su familia, la cual le detesta casi llegando a odiarle, y su amante.

El director Martin Scorsese funge como productor de Uncut Gems y en entrevista se refirió a los hermanos Safdie como dos bandidos que cada que hablaban con él parecían asaltarlo y no es para menos. Es evidente la inspiració­n de los hermanos a la hora de retratar de forma frenética —la película nos da poco tiempo para respirar— los andares y la palabrería del personaje de Sandler, y que nos recuerda directamen­te a Scorsese.

Un adicto es un mentiroso, un farsante, un actor que nos venderá incluso su alma por recibir la tan ansiada dosis de lo que sea que calme su adicción. Diamantes en bruto es la epitome sobre la adicción y en la cual extramente, por algún extraño motivo queremos que su protagonis­ta salga airoso del mar de porquería en el que el mismo se envolvió.

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