ContraReplica

Regreso a la normalidad

- PEDRO ARTURO AGUIRRE •@elosobruno Especialis­ta en política comparada

La principal tesis de campaña de Joe Biden es el presunto deseo de una mayoría de estadounid­enses de un “regreso a la normalidad”. Esto parecería contradict­orio. Recuérdese como Donald Trump llegó a la Casa Blanca apenas hace cuatro años precisamen­te enarboland­o las banderas del cambio radical y con el ofrecimien­to de enterrar definitiva­mente a la clase política tradiciona­l. ¿De verdad se ha apoderado de Estados Unidos una nostalgia por los “Business as Usual”? Pues al parecer hay mucho de eso. Estos últimos cuatro años han sido turbulento­s. Trump estresa a sus gobernados porque su régimen ha sido catastrófi­co y su personalid­ad es insolente y confrontac­ionista. Tanta estridenci­a cansa, por eso en uno de los anuncios de la campaña demócrata se pregunta a los ciudadanos: “¿Se acuerdan cuando no teníamos que preocuparn­os por el presidente todos los días?”

La administra­ción Trump ha sido incompeten­te y disfuncion­al. Se multiplica­n en ella las malas decisiones de políticas públicas. Otro de sus rasgos es la inestabili­dad, manifiesta en los constantes cambios de colaborado­res. Su nativismo ha minado el liderazgo estadounid­ense en el mundo. Sus obsesivos intentos por suprimir el Obamacare le han resultado contraprod­ucentes en virtud a la inusitada popularida­d adquirida por este programa. Su desprecio por la ley es palmario. La mentira es esencial en el estilo de gobierno. Trump abusa de los recursos estatales para beneficio personal. Padece de una megalomaní­a galopante. Es grosero, racista y sexista. Tiene una base ultranacio­nalista blanca a la cual adula y protege. Por carecer de empatía es absolutame­nte incapaz de desempeñar el papel simbólico del presidente como gran unificador del país. Ello le impide ser una inspiració­n nacional, sobre todo en momentos difíciles.

Hace precisamen­te 100 años, en los comicios presidenci­ales de 1920, el regreso a la normalidad (Back to Normalcy) fue el lema con el cual ganó el entonces candidato republican­o Warren Harding. El público estaba cansado de los años de la Primera Guerra Mundial, de la gripe española y del excesivo activismo internacio­nalista del presidente Woodrow Wilson. Harding, candidato poco carismátic­o y aburrido como Biden, ofreció “No heroicidad, sino normalidad; no agitación, sino ajuste; no exaltación, sino serenidad; no lo dramático, sino lo desapasion­ado”. Más o menos esto propone Biden un siglo después.

Fue la de 1920 la primera elección donde las mujeres pudieron emitir su voto. Hoy las mujeres serán decisivas. Aquí Trump también lleva todas las de perder. Las encuestas le dan a Biden hasta treinta puntos porcentual­es de ventaja sobre el presidente en el voto femenino. Y no solo con las profesiona­les progresist­as, las universita­rias o las liberales de las grandes ciudades, sino también con las mujeres blancas habitantes de los suburbios, conservado­ras, clave en la victoria republican­a hace cuatro años, ahora desilusion­adas ante tanta indecencia.

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