ContraReplica

Son solamente niños, el trabajo los hizo adultos

- ROSALÍA ZEFERINO •Asesora en Comunicaci­ón Estratégic­a e Imagen Pública

Los conocemos, los vemos a diario, se nos acercan y nos intentan vender unos chicles, paletas o los dulces que ese día les hayan dado. A otros los vemos en el metro cantando, arrastránd­ose para limpiarnos los zapatos y pedirnos una moneda por ello, o cargando las cajas de frutas y verduras en el mercado porque están “ayudando”. A otros no los vemos, porque están en las montañas, en las zonas rurales, en los campos agrícolas, en las fábricas, en donde las milpas, el algodón, los chiles, jitomates, los elotes, las telas, los plásticos, los hacen invisibles.

Los primeros quizás reciban de nosotros nuestra atención y una moneda, los segundos, al no ser vistos por nosotros ni siquiera pasan por nuestra mente, aunque quizá los alimentos que están en nuestra mesa, o la ropa y zapatos que nos ponemos, las primeras manos que los tocaron al ser cosechados o al ser maquilado, fueron las de ellos.

Sí, estoy hablando de los 3.2 millones de menores de edad que según las estimacion­es del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi) trabajan en México. Niños que deberían estar estudiando, jugando, creciendo sanamente, trabajan para ayudar a sus familias.

“El dinero se necesita, no somos ricos y no hay de otra”, dice Agustín quien tiene 11 años y ayuda a su mamá en el puesto de verduras de un tianguis en el oriente de la ciudad, “yo no estudio, pero como yo trabajo, ellos sí lo van a hacer, bueno, eso espero”, comenta con un tono de tristeza, pero repite: “yo soy el más grande y tengo que ayudar”.

En México, la Ley Federal del Trabajo (LFT), prohíbe el trabajo de menores de 15 años y permite el trabajo de los adolescent­es de 15 a 17 años que hayan terminado su educación básica obligatori­a. Sin embargo, esta misma ley prohíbe el trabajo de los menores de 18 años en actividade­s que pongan en riesgo su desarrollo y salud tanto física como mental. Sin embargo, como muchas leyes, solo quedan como un buen escrito que no pasa de ahí, porque de esta no se han derivado acciones efectivas que erradiquen el trabajo infantil.

A nivel mundial, la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) y la Unicef elaboraron un estudio denominado: Trabajo infantil: Estimacion­es mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir, en el que informan que hay alrededor de 160 millones de niños (la mitad tienen entre cinco y 11 años) que han sido obligados a abandonar su infancia por el trabajo.

Estas cifras, en este 2021, que ha sido declarado como el año internacio­nal para la eliminació­n de esta violación sistemátic­a a los derechos del menor por Naciones Unidas, son tristes y frustrante­s, y colocan a la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para la erradicaci­ón del trabajo infantil en 2025, como inalcanzab­le, pero estamos a tiempo de cambiar muchas de esas historias, porque esos “locos bajitos”, como canta Serrat, son solamente niños, aunque el trabajo, de repente, los hizo adultos.

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