ContraReplica

Qué sigue después de la elección

- ROCÍO BARRERA •Diputada Federal de Morena. Presidenta de la Comisión de Gobernació­n y Población de la Cámara de Diputados

Tras los resultados electorale­s de este 6 de junio, el mapa electoral mexicano cambió. Todas las alianzas, coalicione­s y partidos se adjudican victorias en todo el proceso. Lo cierto es que no debemos olvidar que los cambios tienen un sentido: los ciudadanos. La democracia que vivimos en México nos ha permitido ir afinando la elección de representa­ntes a tal grado que, pese a los augurios de una parte de los actores, el proceso electoral fue el más grande, pero uno de los más efectivos. A la hora señalada por la autoridad electoral, conocimos los resultados.

Es cierto, el proceso que inició en septiembre estuvo marcado por la presencia cada vez más peligrosa y evidente de la delincuenc­ia organizada. Ésta ha penetrado a partidos, institucio­nes, candidatas y candidatos. Más de 80 muertos durante el proceso no es poco. Es de alarmar que muchos de los hechos fueron a la luz pública, por ejemplo, el asesinato de una candidata en el estado de Michoacán o el secuestro de otra en el Estado de México.

En adelante viene la posibilida­d de una reforma electoral para afinar muchos detalles que quedan sueltos y que enturbian a los procesos. Repito que, por parte de los ciudadanos y de las autoridade­s electorale­s, el proceso fue limpio y ejemplar. No es así, no fue así, con los competidor­es. De nueva cuenta, de forma descarada y poco escrupulos­o la compra del voto, la inducción de programas a favor de candidatas y candidatos, la amenaza contras organizaci­ones y gremios para comprar el voto, estuvieron presentes.

Si bien, el proceso electoral fue claro, no es claro el financiami­ento que reciben muchas candidatas y candidatos, el excesivo gasto de recursos públicos y privados que podrían destinarse a políticas públicas o al combate al Covid-19.

Se ha señalado que este proceso de junio, es apenas la antesala para el del 2024. Los tiempos se aceleran porque los actores políticos no descansan, apenas llegan al espacio político ya miran hacía el que viene sin importar qué es lo que consolidar­án desde los cargos públicos.

Si la ciudadanía fue ejemplar para inhibir el miedo, para protegerse frente a la contingenc­ia sanitaria; acudieron desde temprano y ejercieron sus derechos, ahora sigue continuar el proceso de obligacion­es ciudadanas: exigir el cumplimien­to de las promesas, pedir la rendición de cuentas de los recursos. Con el voto no se termina la representa­ción, apenas inicia y debemos ser consciente­s de ello.

Tres años que nos separan de la elección del 2024 son pocos y se aceleran en los tiempos políticos. Conviene a todos los actores políticos entender que este proceso nos ha enseñado a que tenemos una ciudadanía más exigente y otra que se complace con vender su voto al mejor postor. No es nada nuevo, pero en el 2024 el escenario puede ser diferente.

La reforma electoral que se pueda promover en los próximos meses del año, debe ser la antesala para ir inhibiendo la compra del voto que tanto perjudica al proceso de gobierno. Quien vende su voto no se da cuenta que aquélla o aquél que lo compró tendrá que recuperarl­o de múltiples formas, incluyendo el uso arbitrario y opaco de los recursos públicos.

Tanto ciudadanos como líderes políticos debemos prepararno­s porque el 2024 significar­á algo más que una elección, quizá estemos definiendo, ahora sí, el futuro de México porque las visiones que competirán son claramente opuestas en muchos sentidos.

Será importante saber en qué lado del futuro de México vamos a estar. La democracia siempre nos da esa posibilida­d, elegir en la libertad y plenitud. La reforma electoral debe ayudarnos a reducir los márgenes de violencia política y las viejas prácticas heredadas de un sistema que se supone debería irse.

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