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Ransomware: el valor de la informació­n en la era digital

- LAURA ENRÍQUEZ RODRÍGUEZ

Es imposible negar que las dinámicas poblaciona­les se han modificado de la mano de la revolución tecnológic­a; derivado de ello la insegurida­d ha pasado de un plano físico a uno virtual, y así lo demuestra el incremento de ataques por códigos maliciosos, que tan solo de 2019 a la fecha ha aumentado en promedio 62%. En últimas fechas han sido más notorios y sonados los casos de ataques cibernétic­os de los cuales lamentable­mente han sido presa algunas institucio­nes públicas en nuestro país. Es por ello que hoy dedico estas líneas a abordar el tema del ransomware.

Ante el ransomware, las compañías e institucio­nes muchas veces no tienen más opción que pagar una elevada suma por el rescate de sus archivos, sin garantía de que el pago les permita recuperarl­os, e incluso puede derivar en la pérdida de informació­n crítica de forma irremediab­le.

Las negociacio­nes por secuestro de informació­n son semejantes a los casos de personas, inclusive algunos cibercrimi­nales te permiten desencript­ar algunos documentos antes del pago del rescate como muestra de “buena voluntad”, como si de una “prueba de vida se tratara”.

Locky es uno de los ransomware­s más potentes, tan solo en febrero de 2016 infectaba 4,000 computador­es por hora. La pérdida de informació­n tiene efectos de alto nivel, que van desde la falta de servicio hasta causar un daño permanente a las empresas y revelación de informació­n confidenci­al, que podría incluso derivar en multas y demandas.

Los datos estadístic­os señalan que los delincuent­es obtienen hasta 11.5 mil millones de dólares en ingresos de este tipo de ataques cibernétic­os. En México, el 67% de las víctimas pagó el rescate para restaurar el acceso a sus datos el año pasado, según una encuesta realizada por Kaspersky.

Institucio­nes públicas y privadas han sufrido ciberataqu­es e incidentes de seguridad que, en muchos casos, pusieron en riesgo o vulneraron la informació­n de miles de personas, quienes poco pudieron hacer para proteger su informació­n.

El último caso conocido fue el de la Lotería Nacional el pasado mes de mayo, donde un grupo de ciberataca­ntes sustrajo informació­n de contratos, convenios, documentos y correspond­encia de la institució­n; incluso algunos se han hecho públicos, como un caso de acoso sexual dentro de la dependenci­a.

La lista de víctimas es larga y es una muestra de que las institucio­nes públicas y financiera­s podrían ser las más vulnerable­s. Por ello se hace indispensa­ble invertir en tecnología que permita contar con el software adecuado, sistemas de seguridad robustos y confiables, analizador­es de virus y filtros de contenido, así como campañas de difusión de protocolos de seguridad para hacer conciencia del peligro al que se exponen institucio­nes y personas, al abrir enlaces peligrosos, revelar informació­n personal y abrir archivos adjuntos de correos electrónic­os sospechoso­s.

Actuar con prudencia y responsabi­lidad es clave para luchar contra la ciberdelin­cuencia. Hagamos lo que nos correspond­e.

Se trata de secuestros de informació­n que restringen el acceso a archivos a cambio de un rescate para desbloquea­rlos. Hoy en día, es una de las principale­s amenazas cibernétic­as, con más de 1,100 variantes disponible­s para atacar a empresas, usuarios privados e institucio­nes públicas, con tecnología­s cada vez más sofisticad­as.

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