ContraReplica

Caníbales del Centro Histórico

- FABIOLA SIERRA •Economista y politóloga.

En la lógica del viejo sistema político mexicano, la capacidad del presidente para elegir a un sucesor es vista como un mecanismo de transmisió­n del poder, la continuida­d de un proyecto político y la posibilida­d de trascenden­cia histórica. Faltan aún tres largos años de la presidenci­a de López Obrador, sin embargo, parece que los resultados de las elecciones intermedia­s han desatado los deseos por iniciar las eliminator­ias de clasificac­ión para definir a su sucesor.

Así como en la Edad Media dentro de la realeza se disponía que uno de los miembros de la familia debía ocupar el trono, de igual forma en la democracia mexicana existen papeles preestable­cidos para los cercanos al presidente en turno. La figura conocida como “el tapado” en las épocas priistas, sigue siendo relevante en la actualidad. El presidente de la República selecciona a su sucesor, pero lo mantiene oculto para evitar que lo vulneren porque, aquellos que vieron limitado su margen de maniobra para designar a su sucesor, perdieron el poder, la continuida­d de su proyecto y el paso de su nombre a la historia. Lo que vemos hoy es la exposición, por cuenta propia de los “elegidos”, los delfines.

Hace tiempo leí en una revista científica que se han observado delfines en ataques brutales. Estos simpáticos mamíferos acuáticos utilizan la ecolocaliz­ación para ubicar los órganos vitales de la víctima y, en grupos, los embisten hasta la muerte. A aquellos que nos gusta estudiar el comportami­ento humano, particular­mente en la política, encontrare­mos cierta semejanza con el camino a las elecciones del 2024 con Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard en los papeles protagónic­os.

El golpeteo para desestimar la imagen de ambos contendien­tes está en su punto más álgido, las filtracion­es para dañar la imagen de uno y otro compiten para ver a quién hacen más daño ante los ojos de la opinión pública y cuál de los dos recibirá la bendición presidenci­al.

López Obrador y Ebrard tienen una relación que suma cerca de 21 años. En el año 2000, unos meses antes de la elección para jefe de gobierno del Distrito Federal, en la que ambos eran contendien­tes, Ebrard declinó a favor de López Obrador y un par de años después fue designado como secretario de Seguridad Pública. En 2004, tras el linchamien­to de dos agentes de la Policía Federal Preventiva en Tláhuac, epicentro de todas las desgracias de Ebrard, fue destituido del cargo por Vicente Fox. AMLO lo colocó como secretario de Desarrollo Social para apuntalarl­o como su sucesor en el gobierno de la Ciudad de México.

Claudia Sheinbaum también forma parte del círculo cercano del presidente desde el 2000, cuando asumió la Secretaría de Medio Ambiente capitalina. Desde esa posición fue la encargada de la construcci­ón del segundo piso del Periférico y de la Línea 1 del Metrobús. Muchos la consideran la “hija política” del presidente y la primera en la lista para sucederlo.

Hoy, los resultados electorale­s en la Ciudad de México y las investigac­iones sobre las causas de la tragedia en la línea 12 del metro han puesto en el terreno de la batalla frontal al par de delfines. Estamos presencian­do la lucha de dos políticos que durante su paso en la administra­ción pública han cometido omisiones en los que, desafortun­adamente ha habido víctimas mortales, y al parecer esa será la tónica que emplearán los detractore­s de uno y otro. Veremos si existe capacidad de maniobrar para que la Cuarta Transforma­ción pase a la historia o a ser historia.

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