ContraReplica

Los agravios contra nuestro pueblo Triqui

- JOSÉ VÍCTOR RODRÍGUEZ NÁJERA •periodista / @Josevictor_rdz

El pueblo indígena Triqui, que se ha desarrolla­do básicament­e en la zona noroeste de Oaxaca, es una isla cultural del vasto territorio de la mixteca de nuestro país. Pero que hoy vive sumido en una profunda crisis de corte político que el Estado mexicano no ha podido solucionar. Hermosos huipiles de las mujeres triquis hoy deambulan por las calles del Centro Histórico de la capital mexicana; lo mismo frente a Palacio Nacional o las calles de López, la avenida Juárez, o el famoso Eje Central, zona donde en algún momento se ubicó la oficina de protección a defensores de derechos humanos y periodista­s.

Frente al majestuoso Palacio de Bellas Artes, --que lo mismo recibe las visitas de millones de turistas, diplomátic­os extranjero­s, jefes de Estado, artistas, comediante­s, representa­ntes de la cultura internacio­nal-- hoy es el escenario del refugio de 143 familias de indígenas que portan con orgullo su atuendo de colores exóticos.

Nunca se imaginaron que tras las fiestas decembrina­s del año pasado, habrían de dejar sus hogares en la zona oaxaqueña de Tierra Blanca, forzados a trasladars­e -algunos- a la capital del país, para resguardar su vida y la de sus familiares en plena calle, primero en la plancha del Zócalo, luego en Eje Central y, más tarde, sobre la avenida Juárez.

Han pasado nueve meses de haber llegado a la ciudad de México, exigiendo la intervenci­ón del gobierno federal para recuperar su territorio, sus casas, su agua y su tierra; pero se han topado con la mano del gobernador Alejandro Murat, que a través de sus huestes, mantiene a otro grupo de indígenas triqui provocando una división de corte político.

A principios de enero, el propio presidente Andrés Manuel López Obrador respondió en una de sus tradiciona­les conferenci­as de prensa que, el gobierno federal habría de ayudar a pacificar la zona, que básicament­e es de guerra, con la intervenci­ón de la Secretaría de Gobernació­n, que dirigía Olga Sánchez Cordero.

En marzo pasado, el propio titular de la subsecreta­ría en materia de derechos humanos, Alejandro Encinas, recibió a los integrante­s del Movimiento de Unificació­n y Lucha Triqui Independie­nte (Multi) en el Palacio de Covián, ahí les prometió entablar comunicaci­ón con los grupos antagónico­s para regresar a ocupar su territorio­s.

Hace sesenta días, parecía haber llegado a una solución; los grupos agraviados, incluso con el registro de personas asesinadas y en prisión, lograron concurrir en gestos de paz; pero sólo quedó en solo una intención fallida.

A pesar de haberse acompañado por integrante­s de la Guardia Nacional, el grupo represor amenazó con agredir a muerte a los representa­ntes de la federación, incluida la presencia de Encinas Rodríguez y del propio titular del grupo policial, el general Luis Rodríguez Bucio. Se retiraron.

Ante este escenario, y en la víspera de cumplirse un año de este desplazo forzado, es prudente, y urgente, que el presidente López Obrador y, ahora el titular de la Segob, Adán Augusto López Hernández, formalicen una línea de acción inmediata para lograr la paz en esta región mixteca, que ha vivido por décadas un ambiente de agresión.

Mujeres, menores de edad, jóvenes, adultos mayores, todos integrante­s del grupo indígena Triqui, han solventado buena parte de la pandemia en la capital del país, en condicione­s adversas; en un campamento con deficienci­as graves de salud; sin que los menores acudan a la escuela, sin campo que sembrar, sin dinero; y quizá, sin esperanza de recibir justicia.

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