La verdad de la Carta Magna
Cuando se hace historia o remembranza de la trayectoria política y filosófica de nuestras constituciones, con frecuencia se arranca desde la denominada Carta Magna, otorgada por el Rey de Inglaterra llamado Juan Sin Tierra, en junio de 1215. Se le asignan, además, virtudes fundacionales en materia de derechos humanos en general y del debido proceso en particular.
La verdad es que aquel texto se generó a partir de un entorno político, económico, militar y geoestratégico muy particular y distinto a lo hasta ahora considerado. Significó, en aquel momento, mucho menos de lo que generalmente se le atribuye. La relatoría completa, profunda,
detallada y con gran soporte documental puede leerse en el libro Magna Carta: el nacimiento de la libertad, de Dan Jones, publicado en 2016.
De inicio, el autor nos recuerda que la Carta era originalmente solo un proyecto de confirmación o ratificación actualizada de los deberes reales formalizados en la carta otorgada por el abuelo de Juan, Enrique I, al momento de su coronación, en el año 1100.
La Magna Carta de 1215 fue elaborada por los señores feudales del reino, poderosos barones hartos del expolio inmisericorde y centenario que este
Además, es imprescindible recordar que Juan había perdido recientemente el control de las tierras continentales (hoy francesas) que por una centuria habían estado en posesión de su familia y de Inglaterra, como Normandía y Britania. Eso lo había dejado en una posición de gran debilidad política, financiera y militar hacia afuera pero también hacia adentro del reino. Nos recuerda también la participación directa y manifiesta en la redacción de la versión final, del Arzobispo de