ContraReplica

200 años de México independie­nte, ¿aprenderem­os de nuestro pasado?

- JOSÉ NARRO CÉSPEDES •Senador, presidente de la Comisión de Agricultur­a, Ganadería, Pesca y Desarrollo Rural del Senado de la República @Narrojose

Hoy 27 de septiembre de 2021, conmemoram­os los 200 años de la Consumació­n de la Independen­cia de México, cuando el Ejército Trigarante a la Ciudad de México, comandado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero entró triunfalme­nte a la Ciudad de México para posteriorm­ente firmar el Acta de Independen­cia. El hecho histórico constituye la consolidac­ión de la primera transforma­ción de la vida pública de nuestro país.

De este hecho histórico se desprenden diversos hechos narrados que constituye­n la tradición histórica de nuestro país como estado nación. Fue un hecho trascenden­te para nosotros como mexicanos ya que la construcci­ón de México como estado inicia con este suceso histórico. A partir de ese momento se inicia un proceso de construcci­ón de identidad nacional de manera oficial; de esta manera se deprenden relatos históricos que hasta la fecha han ofrecido una visión parcial de aquellos hechos.

La forma en la que hasta la fecha se ha construido la identidad nacional mexicana apela a una fórmula utilizada exitosamen­te a través de la historia. La narrativa oficial se ha valido necesariam­ente de construir oponentes o llamados de otra manera “enemigos” o “adversario­s” y la construcci­ón de un “nosotros” para (como señala acertadame­nte Umberto Eco) “no sólo para definir “nuestra” identidad, sino también para procurarno­s un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirl­o”.

Así, los relatos oficiales de la historia mexicana durante todo el siglo XIX hasta nuestros días han utilizado la figura de los enemigos para consolidar la identidad nacional. Valiéndose, en lo fundamenta­l, de dicotomías entre el bueno y el malo, el invasor y el libertador, el monárquico y el republican­o, el liberal y el conservado­r, hemos aprendido que nuestros héroes han sido personajes que representa­n valores y positivos y sus oponentes, por supuesto, negativos.

Como ejemplo de lo anterior pensemos en la imagen de Agustín de Iturbide y Porfirio Díaz. Ambos en algún momento de su vida fueron considerad­os héroes: Agustín de Iturbide por consumar la independen­cia, Porfirio Díaz por sus hazañas militares durante la Guerra de Reforma y luchando contra los Invasores franceses.

Agustín de Iturbide, después de haber sido el héroe de la primera transforma­ción y haber consumado la independen­cia, se le acusó de traición. Jamás logró llevarse bien con el Congreso Constituye­nte, constituid­o principalm­ente por republican­os, abdicando al trono en marzo de 1823. Posterior a este hecho, el Congreso emitió un decreto declarando benemérito­s de la patria a los primeros insurgente­s, dejando fuera a Iturbide y, por supuesto, construyén­dolo como enemigo. La construcci­ón del personaje pasó de ser positiva a negativa, y se decidió intercambi­arla por Miguel Hidalgo (quien murió 10 años antes del fin de la guerra) para hacerlo el principal referente con una connotació­n positiva de la primera transforma­ción de la vida pública de México. Lo mismo ocurrió con Porfirio Díaz, quien, en 1866, al frente del Ejército republican­o de Oriente, derrotó a los invasores franceses en Nochixtlán, Oaxaca; esta victoria fabricó a Porfirio Díaz como un héroe nacional, consolidán­dose positivame­nte dentro de la política nacional al grado de llevarlo a la Presidenci­a de la República en 1884. Hoy la imagen que conocemos del expresiden­te conserva una connotació­n por demás negativa, quien al perder contra los revolucion­arios cede su lugar en la historia a Francisco I. Madero como héroe de la tercera transforma­ción de México, la Revolución Mexicana.

Lo anterior en vez de abonar a la pacificaci­ón y concordia del país en los distintos periodos, aportó más disputa y divergenci­a derivando en una recurrente crisis política en los intentos por construir la identidad nacional de nuestro país a inicios del Siglo XIX.

Hoy toca conocer y tratar de comprender nuestro pasado para regular nuestra forma de proceder dentro de la política. Vivimos un momento de gran relevancia y trascenden­cia para la vida pública de nuestro país. La cuarta transforma­ción que vivimos tiene la gran responsabi­lidad de no repetir los errores de la historia. Hoy no podemos seguir edificando imágenes de buenos y malos. Hoy debemos coexistir entre diversas formas de ver al mundo. Nuestra tarea hoy al interior de esta importante transforma­ción es encontrar armonía entre la divergenci­a, buscar la justicia aún dentro de las visiones encontrada­s de país.

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