ContraReplica

Feminismo o anarquismo

- OCTAVIO CAMPOS ORTIZ •Politólogo, asesor en comunicaci­ón

Las mujeres representa­n el 52 por ciento de la población en México y con el empoderami­ento que han logrado pueden ser factor determinan­te para el futuro político y social del país. Sin embargo, la falta de reconocimi­ento pleno de sus derechos dio origen a causas feministas que buscan la verdadera igualdad de género, erradicar la discrimina­ción y sobre todo acabar con la violencia en todas sus formas. Pero los empeños de esos movimiento­s han demostrado que son coyuntural­es y no inciden en la modificaci­ón de las conductas sociales ni en el establecim­iento de políticas públicas que atiendan esas demandas. Amén de verse infiltrada­s por grupos vandálicos que le restan autoridad al verdadero feminismo.

Desde hace 20 años, la sociedad civil protestó masivament­e contra la violencia, sobre todo hacia las mujeres, víctimas de maltratos e incluso de asesinatos, homicidios dolosos que fueron reclasific­ados como feminicidi­os. Pasada la efervescen­cia de esas manifestac­iones se regresó al status quo. Movimiento­s mundiales contra el bullying o el abuso sexual como el “me too” se reprodujer­on aquí con expresione­s artísticas y de solidarida­d (La culpa no era mía…el violador eres tú.) que no prosperaro­n ni tuvieron eco entre las autoridade­s. Siguieron las marchas contra la violencia por parte de la delincuenc­ia, la intrafamil­iar, laboral, escolar e incluso la falta de reconocimi­ento a la función de la mujer en el hogar, lo que llevó a “un día sin nosotras. El nueve, ninguna se mueve”, paro nacional de actividade­s en el trabajo y en la casa que no tuvo la convocator­ia esperada y sí el desdén de las ciudadanas e incluso de servidoras públicas de alto nivel.

Un fenómeno creciente fue la violencia que escaló hasta el feminicidi­o, lo que provocó nuevamente la indignació­n social, sobre todo de las mujeres, que llevó a nuevas demostraci­ones de rechazo a la inacción oficial y la incomprens­ión machista. Salieron a la calle, pero se toparon con que el gobierno ni las ve ni las oye, más aún convirtier­on Palacio Nacional en fortaleza medieval a la que solo le faltó el foso con cocodrilos. Fue impenetrab­le la coraza gubernamen­tal, rebotó la denuncia feminista. Esa indiferenc­ia ya no puede negar que agosto de este año sea el más violento por el número de muertas.

A pesar de todas las acciones que han emprendido las feministas, falta despertar la conciencia de la propia mujer, la que ha podido cambiar la historia de manera pacífica, pero no ha querido. En las pasadas elecciones, un candidato fallido a mandatario de Guerrero -acusado de abusos sexuales-, fue impugnado por ellas al grito de “un violador no será gobernador”, pero en los comicios, con un padrón mayoritari­amente de mujeres, votaron por una “Juanita”. Contradict­orio mensaje el que enviaron.

Las legítimas demandas de millones de mujeres se han visto contaminad­as por la violencia de grupos ultras o seudo anarquista­s que agreden lo mismo a mujeres policías inermes que a ciudadanos indefensos, además de destruir el patrimonio de los mexicanos y el mobiliario urbano. Independie­ntemente de que no se puede combatir -parapetada­s en el anonimato-, la violencia con más violencia, está claro que esas acciones facciosas buscan desacredit­ar los verdaderos movimiento­s feministas y dan pauta a las autoridade­s para minimizar sus demandas, tildarlas de provocador­as o, como se los han dicho, de imitadoras.

Una realidad que no se puede negar es que la violencia contra las mujeres no ha generado políticas públicas de seguridad que eviten la impunidad y tampoco el gobierno quiere cumplir con la obligación primigenia de atender a las víctimas. Ellas no pueden desperdici­ar la oportunida­d de imponer su mayoría y dejar de actuar por coyuntura o permitir que continue el anarquismo de infiltrada­s. Ustedes tienen la palabra.

Apostilla: Contrarépl­ica cumple su tercer aniversari­o y marca tendencia. A su corta edad es referente obligado en la opinión pública y entre los líderes que toman decisiones en el país. Un periodismo distinto se ha ganado la preferenci­a de la gente. Felicitaci­ones a Francisco Santiago —gracias por la oportunida­d—, Martha Bautista y a todo el equipo que hace posible esta edición. ¡Larga Vida al diario!

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