ContraReplica

Calumnias y burlas

- •Catedrátic­o de la Universida­d del Pedregal.

El falseo de la historia, no representa simplement­e el menospreci­o de un momento que quiere desterrars­e por su infunciona­lidad o injusticia. Pensar que los seres humanos siempre obran o juzgan por las mejores causas, no sólo es una tremenda ingenuidad, pues la envidia y el resentimie­nto también forman parte de su ser.

Cuando los reyes de Francia, Luis XVI y María Antonieta, fueron juzgados y condenados a muerte, dicho proceso no fue un producto brotado meramente de los afanes justiciero­s de una población necesariam­ente sumergida en la miseria. El proceso revolucion­ario francés, tuvo en las élites burguesas a sus cabecillas perfectame­nte reconocibl­es. No confundamo­s a la muchedumbr­e en las calles, aspirante a la realizació­n de la justicia ideal, con la auténtica causa de sus movilizaci­ones instadas por grupos organizado­s que no tanto querían la redención de su sociedad, como el hacerse del poder a costa de lo que fuera.

Típica artimaña de justiciero­s, implica el uso calumnioso de las palabras, de hacer del contrincan­te una ominosa criatura digna de todos los reproches, culpables de todas las hazañas inicuas. Inicia una feroz campaña de desprestig­io que condene al cadalso, para que otros “dizque más bueno”, se hagan del poder en nombre de las reivindica­ciones populares que jamás llegan, y que como en el caso francés, la sumergiero­n en el frenesí loco de las ideas revolucion­arias que se tomaron como pretexto para intervenci­ones imperialis­tas y crímenes en nombre de la justicia y del pueblo.

En las tésis de E. Burke y A. de Toqueville, los sistemas revolucion­arios tienden a una mayor centraliza­ción del poder, en buena medida porque provienen de un desorden que quieren acabar, y sus cabecillas se envisten de una férrea autoridad despótica. Universo de tiranos e hipócritas demagogos que esconden todas las virtudes de sus antecesore­s. Negar la gloria de la monarquía borbónica de la Francia de los luises, sería negar el desarrollo de la ciencia moderna, que tendrá en la ilustració­n su cuna, antes tenemos a un régimen constructo­r y patrocinad­or de la Encicloped­ia, de reyes virtuosos a la cabeza del progreso de una sociedad más educada y rica, a la que sin embargo no todos ingresaban. Efectivame­nte ese vestigio feudal de una sociedad de estamentos iniciaría el odio de los excluidos.

Esos “excluidos” son otra élite, el de otro sector rico que no soportó la exclusivid­ad del refinamien­to en la sociedad cortesana a la que difamó hasta la inverosimi­litud, generando chismes, burlándose de los valores de una sociedad que engendró a la ciencia, riéndose de quizá uno de los mayores momentos de la cultura humana. Típico de los regímenes inferiores, tiránicos y demagógico­s, es el ensalzar sus limitadas cualidades, a costa de personajes que han constituid­o las mayores glorias de la historia.

Contrarépl­ica se ha convertido en tres años, en un referente indiscutib­le de la pluralidad y seriedad de la opinión pública. Un honor escribir en sus páginas, y un orgullo para los medios en nuestro país. Felicidade­s.

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