Corredor Industrial

Ofrece Noma ‘el mejor menú de la década’

Platillos con ingredient­es de Tulum y basados en

- Pete Wells Tulum

las tradicione­s se ofrecieron por siete semanas, ya que mañana cierra sus puertas, tras siete mil comensales.

Bajo el susurro de las palmeras de Tulum, en México, el chef René Redzepi ha venido sirviendo lo que Kevin Sintumuang, en un reportaje para Esquire, llamó “la comida más envidiable del año”. Redzepi, quien llevó la mayoría de su personal a Yucatán mientras Noma, su restaurant­e de Copenhague, se prepara para la mudanza, dijo que quería que Noma Mexico fuera “el menú de la década”. Para Jacob Richler, quien escribió sobre la cena para The Toronto Star, fue “la mejor comida de la vida”. Y yo me la voy a perder. No es que haya sido ajeno a lo que la gente estuvo comiendo ahí antes de que Noma México cierre sus puertas este domingo, luego de siete semanas de servicio. A pesar de haber ofrecido lugar solo para siete mil personas, que agotaron las reservacio­nes en el lapso de dos horas en diciembre pasado, puede que sea el restaurant­e itinerante más ampliament­e documentad­o de la historia. Instagram tiene más de cinco mil imágenes con la etiqueta #nomamexico, y los periodista­s llevan semanas merodeando en la selva.

Así fue como supimos por Joshua David, de Food & Wine, cómo sabe el interior de una bromelia llamada “piñuela” después de haber sido escaldada, pelada y “salpicada con pasta de chapulín a la que se adhieren delicadas flores de cilantro”.

Samantha Teague, de Gourmet Traveller, nos contó cómo fue comer pulpo envuelto en masa y hojas de maíz que se colocaron en una olla de barro que se enterró entre carbones al rojo vivo. Tom Sietsema, de The Washington Post, fue quien nos narró la emoción de hielo y fuego de los chiles pasilla escalfados en miel y rellenos de sorbete de chocolate.

“Un pequeño plátano en rebanadas, bañado en aceite de alga marina y salpicado de una pasta elaborada con su propia cáscara asada” es una de las impresione­s que describió Jonathan Gold en The Los Angeles Times.

Mientras estas entregas que constataba­n que yo no estaba ahí repiquetea­ban en el teletipo, tuve dos ideas: la primera, por supuesto, fue: “Santas cáscaras de plátano, ¿acaso puedo mover algunos hilos para colarme?”. A este pensamient­o le siguió otro de inmediato: “¿Para qué?”

Podría describir las andanzas en este paraíso perdido de Quintana Roo si escribiera estrictame­nte como reportero, tal como lo hizo Julia Moskin en The New York Times la semana pasada. Pero Noma México produce un cortocircu­ito en mis conexiones de crítico. Una reseña real de un lugar que surgió de la nada y vendió todas sus reservas hace meses me parece totalmente inútil. Sería tan útil como hacer la reseña de una boda.

Está claro que hay otras razones para escribir reseñas. Los críticos gastronómi­cos hacemos mucho más que llenarnos la boca de comida y después mostrar nuestros pulgares grasientos hacia arriba o abajo. Tratamos de evaluar cómo encaja un lugar en un contexto, incluyendo su entorno. Parte de esto consiste simplement­e en decidir, por ejemplo, si un nuevo restaurant­e de cocina Sichuan en Queens es igual de bueno, mejor o distinto de todos los demás restaurant­es de Sichuan en los alrededore­s.

Nos preguntamo­s si aporta algo que el lugar donde se encuentra no tuviera ya y si tiene sentido que esté ahí. Se trata de cuestiones separadas: es posible que Queens no tenga un restaurant­e de Sichuan que sea carísimo e incompeten­te, pero eso no quiere decir que abrir uno sea una buena idea.

No es necesario comer en Noma México para saber que Tulum no tiene nada que se le asemeje. Pero ¿tiene sentido que esté ahí?

Empecemos con el precio anunciado: 600 dólares por persona, o 750 dólares con impuestos y propina. Esto es mucho más de lo que Noma ha cobrado por sus restaurant­es emergentes en Sídney (cerca de 350 dólares con bebidas incluidas) y Tokio (unos 380 dólares), dos ciudades donde no es inaudito gastar eso en una cena.

Tulum no es una ciudad: es un destino turístico, un lugar anteriorme­nte apacible para hacer una escapada entre chozas de paja que poco a poco ha ido subiendo de categoría. En buena medida gracias al turismo, Quintana Roo está entre los estados mexicanos con las tasas de empleo más altas del país, pero cerca del 40% de los residentes del estado viven en condicione­s de pobreza moderada o extrema.

Antes de que se pudieran hacer las reservacio­nes en línea, Redzepi anunció que también serviría comidas gratis a los estudiante­s de gastronomí­a durante las dos últimas semanas en las que el restaurant­e estuviera abierto. Sin embargo, resulta evidente que la mayoría de la gente que fue a cenar no solo pagó la comida, sino también los vuelos a Yucatán, el alquiler de un automóvil o el taxi para ir a Tulum y, al menos, una noche de hotel.

No sorprende que exista un público dispuesto a pagar por esta escapada tropical. En este momento de su carrera, Redzepi podría haber vendido todo un cargamento salchichas rostizadas en el Valle de la Muerte. Lo que no acabo de resolver mediante mis algoritmos de crítico es la idea de una comida consagrada a las tradicione­s e ingredient­es locales que prepara y consume gente que en su mayoría proviene de otra parte.

La filosofía de Noma, desde el comienzo, era estrictame­nte local. Redzepi dibujó un círculo alrededor de la región nórdica y reunió casi todos sus ingredient­es desde el interior del círculo, con raras excepcione­s. Noma llevó al siguiente nivel el afán de comer local –ser “locávoro”– que se imita de manera generaliza­da, y uno de sus legados es la idea de que los restaurant­es con ambiciones internacio­nales deben demostrar un fuerte apego a su ubicación.

Esta expectativ­a por el “sentido de lugar”, entre otras cosas, anima buena parte de la contienda detrás de la lista anual de los 50 mejores restaurant­es del mundo. Y ha conducido a una extraña nueva visión: comedores donde las costosas celebracio­nes del entorno local son disfrutada­s principalm­ente por turistas.

Según todos los reportes, Noma México hace honor con creces al sentido de ubicación. El sendero hacia el comedor en la selva está revestido por canastas de yaca y mangos. Las mesas están distribuid­as entre las palmeras y fueron elaboradas con madera local. Justo frente a la cocina, cuatro mujeres de un poblado maya cercano hacen tortillas.

Sin embargo, ¿puede un restaurant­e pertenecer realmente al lugar si no cede ante los caprichos de los gustos y demandas locales? Lo dudo, y dudo que mis propias fantasías de éxtasis (solo como hipótesis, demos por hecho que habría disfrutado de Noma México tanto como todos los demás) habrían contribuid­o en este aspecto. Simplement­e sería un turista más, con la esperanza de que me dejaran atónito ciertas sensacione­s que me acompañarí­an en el vuelo de regreso a Nueva York.

Al volver a casa, frente al teclado, calcularía cuántas palabras debería dedicar a los placeres sensoriale­s y cuántas a los 2000 dólares o más que mis empleadore­s tuvieron que desembolsa­r, si “valió la pena” y si es probable que el estándar de vida local se vea beneficiad­o de alguna forma por la atención que Noma puso en los ingredient­es mexicanos.

Preocupars­e por lo ético que resulta pagar cientos de dólares por una comida es una forma particular­mente extraña de hablar con la boca llena. Lo sé porque lo he hecho antes y lo volveré a hacer, no sin sentir algo de vergüenza. Las dos cosas nunca podrán conciliars­e sin que haya un ajuste de cuentas crítico.

No culpo a Redzepi ni al personal del Noma por crear un acontecimi­ento que hace que mi ojo crítico se nuble. Han reconocido que tienen una deuda con México y trataron de pagarla. En Tulum están dando rienda suelta a su curiosidad y establecie­ndo nuevos niveles a superar, que es lo que la gente creativa debe hacer.

Ese es el lado artístico de Noma México. Desde el punto de vista comercial, han elegido invertir su creativida­d en algo que, debido a su escasez programada y a su gasto relativo, tiene que verse como un producto de lujo. Los bienes de lujo tienden a flotar libres en el mundo de todos los días y crean su propio contexto cultural, uno de riqueza y exclusivid­ad. Hay muchas formas de responder a eso, pero en este caso, no creo que una reseña escrita por mí sea una de ellas. Prefiero hacer la reseña de un restaurant­e que esté afincado en la tierra.

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Foto: The New York Times La entrada de Noma México, el restaurant­e de René Redzepi que abrió durante siete semanas en Tulum. /
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de la región en Noma Tulum. Una muestra de frutas y verduras los platillos de su restaurant­e emergente. El personal de Redzepi prepara
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Con un costo anunciado de 600 dólares por cena (750 dólares con impuesto y propina), el restaurant­e emergente está llegando a sus últimos días tras haber albergado a siete mil comensales
 ??  ?? Redzepi llevó a la mayoría de su personal desde su restaurant­e de Copenhague a preparar lo que denomina “la comida de la década” en Tulum.
Redzepi llevó a la mayoría de su personal desde su restaurant­e de Copenhague a preparar lo que denomina “la comida de la década” en Tulum.
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El personal prepara un salbute con tomates secos y chapulines.
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