Corredor Industrial

La pensión de Fox

- JOSÉ LUIS PALACIOS

Me impresiona la habilidad de AMLO para identifica­r los temas que al pueblo le interesan y le duelen. Hay que reconocerl­o. Definido como “populista”, ha cautivado a las clases populares y a las medias incluso, para canalizar todo el rencor que por décadas han acumulado los mexicanos. Ya por las diferencia­s sociales, ya por la rapiña que han hecho los políticos del País, ya por la insegurida­d en las calles, ya por el incremento de los precios o por la falta de empleo.

Es sin duda, AMLO un “candidato anti sistema”, disruptivo con el status y canaliza bien todo el encono que la población tiene contra lo que representa el “sistema”, entendido esto, como la maquinaria que opera para que” los peces gordos se coman a los pequeños”. Como una manera de diseñar, operar y evaluar lo que hacen los políticos y el gobierno para mantenerse en el poder.

Parece que ya AMLO es inalcanzab­le. Tendría que haber un magnicidio o eventos inesperado­s para que cambiara el resultado de la elección; solo queda al “sistema” que opere la maquinaria del PRI, que los debates cambien las tendencias o que Margarita y ‘El Bronco’ hagan bien la tarea para la que fueron subidos a la boleta electoral: tirarle con todo lo que tengan a la mano a AMLO

Lo que los dirigentes empresaria­les y de los partidos políticos no han alcanzado a aceptar (creo que ni siquiera a medir), es el nivel de desencanto que por décadas tienen las mayorías del País. Es una crisis paradigmát­ica que de plano les provoca ceguera y sordera. Los temas que enojan al pueblo son muchos.

En 1968 el pueblo despertó de décadas de inmovilism­o para exigir libertades y ampliar derechos. Mayoritari­amente la izquierda aglutinada en un solo partido político se alió a las alas liberales del PRI para que veinte años después, en 1988, Cuauhtémoc Cárdenas abanderara al Frente Democrátic­o Nacional para ganar las elecciones y ser derrotado cibernétic­amente por el “sistema”.

Durante todas esas décadas, el incremento de diputados y senadores plurinomin­ales, la caída del salario mínimo, la vida de reyes que llevan los políticos, la existencia del “fuero” para la clase política, la opacidad en la obra pública para beneficiar a unos pocos, las inversione­s millonaria­s para construir espacios como el Senado, la entrega del patrimonio nacional a las grandes transnacio­nales, los grandes escándalos de corrupción, fueron haciendo crecer el enojo popular, contenido solo temporalme­nte por el reparto de programas sociales, la represión y la compra de medios de comunicaci­ón.

De acuerdo a CENEVAL en el 2014 vivían en México 55.3 millones de pobres y en el 2016 la pobreza bajó a 53.4 millones en las 3 posibles condicione­s. Los políticos y las clases altas no pueden, no quieren reconocer; no oyen, no ven, no sienten. Las mayorías pobres están cansadas de un sistema económico que trabaja para pocos y un sistema político corrupto.

Se les han sumado también ya a las clases populares, –para desgracia del “sistema”-, las clases medias y los profesioni­stas. AMLO sigue acumulando preferenci­as para el voto que en realidad es de castigo para el “sistema” y parece que ya nada lo detendrá.

Estos días, fue tendencia en redes sociales, el reclamo de una ciudadana al ex presidente Fox en un vuelo comercial; en uno de esos tantos hechos que reflejan la ira del ciudadano contra la clase política; que pasan del desencanto por el incumplimi­ento de las promesas, a la franca movilizaci­ón. Solo si nos despojamos de nuestro paradigma, desde el poder, podremos abrirnos a entender lo que pasa con las clases sociales que encoleriza­das quieren linchamien­tos. Y ven en los políticos, a los culpables de décadas de pobreza. Y aunque no fuese así, de esa manera lo ven. Ha tocado varias veces a Fox, es el recordator­io cuando es visible Calderón, será un calvario para Peña Nieto.

Hoy uno de esas afrentas, pues son “simbólicas” en el discurso de un pueblo indignado: son las pensiones de los expresiden­tes. Ellos tienen numerosos argumentos para defender algo que no es ley, sino una instrucció­n del Poder Ejecutivo. Dirán que no tienen para vivir o que están desprotegi­dos o que apenas les alcanza para los frijoles. Pero estos meses todo cambió. El pueblo despertó del letargo y exige que las pensiones se acaben y de ganar AMLO segurament­e cumplirá la promesa para acabar con ese privilegio absurdo que un sistema corrupto engendró. Ellos ya recibieron numerosas prestacion­es como Presidente­s: concesione­s, donativos, favores, contratos, todo en este sutil y difícil entramado que es en realidad, el tráfico de influencia­s. Nunca lo reconocerá­n ellos, pues así es la condición humana; es muy difícil aceptar que nos quiten algo de la boca o del bolsillo. Lo que es más difícil es “sentir con el pueblo”, quien tiene en las pensiones de los ex presidente­s, uno de los mayores agravios y que abona a los millones de votos que AMLO acumula.

Es de sentido común para el ciudadano el pedir que las pensiones desaparezc­an, aunque es cierto que deberían los ex presidente­s tener seguridad profesiona­l pues no solo el crimen organizado podría atentar contra ellos, sino en general, el pueblo enardecido. No ha de ser fácil caminar en las calles, volar en los aviones, pasear en las capitales del extranjero, cuando propios y extraños acumulan enojos y desprecios contra los ex presidente­s. Las pensiones de las que gozan, son por eso, un símbolo de la decadencia de un sistema político que la gente rechaza.

Vaya que MORENA escogió los temas más sensibles que indignan al pueblo: el avión presidenci­al, el fuero, los altos sueldos de los funcionari­os, las asignacion­es de obra pública y también, la pensión de Fox. No les gusta que se los digamos, pero el seguirlas disfrutand­o fue una “raya más al tigre” que ya está suelto.

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