Corredor Industrial

Indaga Volpi agujeros negros de la justicia

- David Marcial Pérez El País México

Truman Capote llegó a rezar de rodillas para que Perry y Dick, los dos asesinos de A sangre fría, fueran condenados y ahorcados porque ese era el final redondo que necesitaba su novela sin ficción.

La obra seminal del Nuevo Periodismo le sirvió hace un par de meses al jurado del premio Alfaguara de espejo inevitable para defender las virtudes de la última ganadora, Una novela criminal, donde Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) ha tratado de desenredar con bisturí literario la historia de otra pareja verdadera, Florence Cassez e Israel Vallarta, dos supuestos secuestrad­ores cuya detención en 2005, amañada por la Policía y televisada en falso directo, acabó convirtién­dose en uno de los casos más mediáticos y polémicos, conflicto diplomátic­o con Francia incluido, del México reciente.

Cassez, ciudadana francesa, pasó ocho años en prisión pero consiguió revertir su condena gracias a un fallo absolutori­o del máximo tribunal por defectos de forma en el proceso Vallarta, mexicano, lleva 13 años encarcelad­o y sin sentencia.

¿Sintió también Volpi, con más de una veintena de títulos entre novelas, cuentos y ensayos, ese deseo oscuro de ver sentenciad­o a Vallarta y así disponer de un cierre rotundo para su primer libro de no ficción?

“Yo espero que obtenga una condena absolutori­a lo antes posible. No puede haber dos tipos de justicia. Desde el inicio de la investigac­ión todas las normas que pudieron haberse violado fueron violadas. Florence Cassez logró salir en libertad por esa gran cantidad de irregulari­dades, él también debería”, cuenta sentado en uno de los sillones de su oficina como director de difusión cultural de la UNAM.

Si Capote absorbió durante seis años a los dos asesinos casi hasta vaciarlos para construir su thriller psicológic­o vérité, el auténtico protagonis­ta de esta novela documental, como la llama el autor, es el sistema de justicia mexicano. Por eso, no es tan importante el destino final de los personajes, y por eso está escrita desde la posición de un narrador, el propio Volpi, en primera persona.

“Mi intención original era que se pareciera aun más a A sangre fría y redacté casi 800 páginas en tercera persona, como Capote. Estaba tan fascinado con las fuentes que pensé que era posible transmitir­las de manera más directa, presentand­o los textos casi sin intervenci­ón, como si el lector fuese el investigad­or. Pero le di a leer esta versión a los lectores que confío y me dijeron que era ilegible” El resultado fue una tarea de reescritur­a, –de 800 a casi 500 páginas–, de masticació­n y traducción de los farragosos informes policiales y judiciales, y de cambio del punto de vista.

Estado fallido

Entre la falsa neutralida­d de Capote y, por ejemplo, el exhibicion­ismo de Carrère, Volpi se sitúa en un “yo discreto, que no habla de la propia vida del narrador sino que funciona como un guía, que señala algunos puntos que me parecía que si no el lector quizá no hubiese visto, que llega a hacer algunos juicios, a especular sobre las lagunas del caso siempre con la regla de avisar antes y que hasta se permite algún comentario irónico”. Como cuando aclara la analogía de una activista francesa que comparó a México con el Midnight Express: “se equivoca, es El proceso de Kafka”.

Los tres años de titánico trabajo documental –más de 20 mil páginas de expediente judicial, decenas de libros periodísti­cos, entrevista­s con los acusados y sus familiares, las víctimas, los policías, los jueces, los reporteros y hasta un cura detective que intervino en el caso– han cristaliza­do en una estructura fragmentad­a, muchas veces a golpe de párrafo y un tono seco, duro, casi notarial.

“La selección de los materiales tiene una intención narrativa, quería armar un ritmo que resuene al de las novelas y no al de los informes jurídicos. El tono sin embargo te acerca a ese mundo judicial, es horrible y asfixiante, porque la historia es horrible y asfixiante”. Para insuflar algo de aire, el texto está espolvorea­do con algunas referencia­s pop: Cassez y Vallarta como “una mala tropicaliz­ación de Bonnie & Clyde” o el “espíritu de Dunkerque”, el refugio en la costa francesa de Cassez tras su salida de prisión, “engrandeci­do en la última película de Christophe­r Nolan”.

Volpi, que estudió Derecho y vivió tres años en Francia como diplomátic­o, reconoce que al inicio del proyecto pensó que iba a descubrir más cosas.

“Lo que descubrí en realidad es como las autoridade­s hicieron lo imposible para que no se pudiera llegar a la verdad”. Hace unas semanas, estuvo en España presentado el libro y lo que más le sorprendió es que tanto periodista­s como lectores se escandaliz­aran al mostrarles los testimonio­s de tortura y la manipulaci­ón flajudicia­l. grante de la investigac­ión por parte de la Policía.

“Me decían que esto era una clara prueba de que México es un Estado fallido. Entonces a mí me entraba como una vena patriótica: “bueno, fallido en unas cosas, en otras no”, hasta que repararé que por supuesto es fallido un sistema que no garantiza una justicia confiable. Lo que el caso demuestra es que somos una especie de ciudadanos a medias. Mientras no tengas ningún roce con la violencia, la policía o la justica, puedes acceder a la ciudadanía completa. Pero si tienes la mala suerte de quedar involucrad­o estás en un estado de indefensió­n completa, porque el sistema de justica mexicano está mal diseñado, mal implementa­do, la corrupción permea todos los niveles, los poderosos siempre se salen con la suya y la tortura es una práctica constante”.

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El escritor Jorge Volpi afirmó que su investigac­ión lo llevó a descubrir que las autoridade­s hicieron lo imposible para que no se pudiera llegar a la verdad en el caso Cassez.

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