Tenacidad de izquierda
Las resurrecciones, en política, son aves exóticas: la regla general es que, cuando se pierde el poder, rara vez se recupera. La historia retiene un sinfín de antiguos gobernantes que, amargados y con frecuencia en el exilio, sueñan con recuperar el trono o la silla presidencial. La verdad es que esto casi nunca ocurre y que, cuando se da la excepción -la vuelta de Napoleón de la isla de Elba para los Cien Días, por ejemplo-, suele ser breve y desafortunada. Por ello llama tanto la atención que un líder en nuestro tiempo, cuya carrera parecía arruinada para siempre, sea capaz de reinventarse, de alcanzar el poder que anhelaba y, no solo eso, de mantenerlo a pesar de tenerlo todo en contra.
Este es el caso de Pedro Sánchez, el insólito cuadro del Partido Socialista Obrero Español que, tras obtener los peores resultados de su partido en 2016 y haber sido defenestrado tras una conspiración interna en sus propias filas -por las cuales renunció incluso a su acta como diputado-, logró contra todo pronóstico recuperar la Secretaría General en 2017, venciendo a su principal rival, la andaluza Susana Díaz, y, sobre todo, llegar a convertirse en presidente del Gobierno gracias a la moción de censura contra Mariano Rajoy, acosado por un sinfín de casos de corrupción, en 2018. Por si esto fuera poco, en un ambiente europeo en el que en casi todas partes predomina la derecha -o incluso la ultraderecha-, en las pasadas elecciones Sánchez volvió a ganar con un resultado que, pese a las dificultades que entrañan las negociaciones en un sistema parlamentario, parece que le permitirá formar gobierno contra todos los pronósticos.
España es, hoy, una excepción en el mundo, no solo porque la izquierda socialdemócrata ha remontado allí, cuando en casi todas partes se la daba por muerta, sino por la extraña carrera de Pedro Sánchez, a quien hace poco la mayoría de los españoles pensaba acabado. Desde el 2016, cuando fue derrotado estrepitosamente, hasta hoy, es cierto que las condiciones han cambiado: la derecha tradicional del PP, que durante tanto tiempo dominó la vida pública de este país, se ha fragmentado en tres segmentos: Ciudadanos -la vertiente más centrista, al menos hasta hace poco-, el propio PP y Vox, el primer partido de extrema derecha -aunque su líder se niegue a reconocerlo- de la España moderna.
Siguiendo tendencias de los últimos años propias de todos los países europeos, la política tradicional experimentó en España un sobresalto derivado de la crisis del 2008, el cual dio vida a esos dos nuevos partidos, Ciudadanos -que había nacido en Cataluña contra el independentismoy Podemos -ahora llamado Unidas Podemos-, que durante un breve tiempo pareció que podrían sustituir al PP y al PSOE. No ocurrió así y hoy el PSOE supera a sus eventuales socios. Asimismo, la gigantesca corrupción vinculada al PP -tan bien retratada en la película El reino- no sólo terminó por desalojarlo del poder, sino que permitió la escisión que dio lugar a Vox.
Pero, además, España bien podría ser hoy para México no solo un espejo apasionante en el cual mirarse a la distancia, sino un aliado único para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Igual que en el caso de nuestro Presidente, ha sido la tenacidad de Sánchez la que lo ha llevado a triunfar tras una severa debacle y él representa la única posibilidad de articular un diálogo de izquierdas -así se trate de izquierdas tan distintas- de orden trasatlántico. Sería crucial, pues, dejar atrás la disputa por la Conquista y que el nuevo gobierno mexicano vea en la España de Sánchez al mejor aliado posible en Europa en momentos tan turbulentos como éste.
Sánchez, mientras tanto, debe aún sobrepasar la coyuntura, ponerse de acuerdo con Pablo Iglesias y Unidas Podemos -que quisieran entrar en el gobierno- y fijar los pactos que lo conducirían, como quiere, a gobernar en solitario, con las abstenciones de los partidos nacionalistas moderados, para iniciar una nueva época de la socialdemocracia española cuando, en un mundo dominado por el extremismo de Trump, Bolsonaro, Salvini u Orbán, tanta falta hace una izquierda fuerte y dispuesta a reinventarse.
@jvolpi