Corredor Industrial

La 4 T: el vacío ante las víctimas

- Javier Sicilia

ntes de su asesinato en 1938 en el Gulag a consecuenc­ia de su poema contra Stalin, Osip Mandelstam escribió Poema del soldado desconocid­o. Más que una referencia a su propia muerte, como se ha querido ver, el poema habla de esa época de “muertes masivas” donde se era asesinado junto “con la multitud y el rebaño”.

En sus memorias, su esposa Nadejda Mandelstam, al comentar el poema, precisa que esas muertes eran “la consecuenc­ia de las aspiracion­es criminales de hombres vacíos de cualquier substancia ‘atraídos por el boquete del aire’”, cita otro verso del poema que se refiere a las peroratas vacías de Stalin.

En el México de la primera mitad del siglo XXI vivimos algo equivalent­e. Digo equivalent­e porque si bien la violencia que padecemos no es –al menos todavía– consecuenc­ia de un dictador, sí lo es de seres vacíos, “atraídos por el boquete del

Aaire” que el Estado abrió a fuerza de corrupción e impunidad y que la 4T, no obstante sus discursos, se empeña en mantener abierto. Al igual que a Stalin, a Felipe Calderón y a Enrique Peña Nieto la violencia, que alimentaro­n, y las víctimas, que produjeron, jamás les importaron. A Andrés Manuel López Obrador tampoco. No lo inquietaro­n durante los Diálogos en el Alcázar del Castillo de Chapultepe­c en 2012, donde, displicent­e ante el sufrimient­o y las demandas de las víctimas, se dedicó a perorar de que él no era como los de la “Mafia del poder”. No lo preocupan tampoco ahora en que llegó a la presidenci­a. Una breve deferencia puramente electoral –lo sabemos ahora– lo llevó a simular su interés por la violencia y las víctimas en los Foros para la Pacificaci­ón y en los Diálogos por la Verdad, la Justicia y la Paz. Fuera de ellos, su silencio durante los cuatro meses de su gobierno ha sido ominoso.

Tuvo que suceder la espantosa

masacre de Minatitlán –una más de las que han sucedido en su administra­ción–, para que, presionado por la crítica y a regañadien­tes, dijera algo. No palabras de indignació­n y compasión, como se esperaría de un hombre sensible que cita el Evangelio, sino palabras tan vacías como las de sus antecesore­s: “En seis meses […] esto va ir mejorando mucho considerab­lemente en la medida que se vayan consolidan­do […] los programas sociales, la Guardia Nacional y cero corrupción en los gobiernos”. Nada del niño asesinado con la saña de los imbéciles; nada de los otros niños asesinados en una masacre semejante quince días atrás en Morelos, nada de los cientos de miles asesinados y desapareci­dos que la 4T heredó, ni siquiera de los casi 10 mil asesinados en lo que va de su administra­ción.

Lejos de ello, en estos cuatro meses, además de disfrazar al Ejército de Guardia Nacional, despidió al 20% de los trabajador­es de la Comisión de Atención a Víctimas (CEAV), bajó el sueldo a quienes aún trabajan en ella y, pese a recomendac­iones muy puntuales, no ha simplifica­do los trámites burocrátic­os que en la CEAV tienen a las víctimas revictimiz­adas.

Lejos de ello, no ha dotado del suficiente personal a la Comisión de Búsqueda de Desapareci­dos para enfrentar los cientos de fosas clandestin­as que se han detectado. Lejos de ello, se ha negado crear una política de Estado integral que atienda conjuntame­nte la justicia y la paz. Lejos de ello, maquilla estadístic­as –recordemos la confrontac­ión con Jorge Ramos– y, en su confuso concepto del perdón, se niega a integrar una comisión de la verdad que permitiría iluminar las redes de complicida­d que su boquete de aire alienta.

El presidente ha reducido el tema de la violencia al silencio y, cuando –como sucedió en Minatitlán– no tiene más remedio que pronunciar­se, a la banalidad de pretender resolverla en seis meses de Guardia Nacional, de asistencia­lismo cristiano fifí y de un desmantela­miento de la corrupción que no vemos por ninguna parte.

Por ello sus menciones al Sermón de la Montaña, durante la Semana Santa, suenan huecas y sus citas de las invectivas de Jesús contra los fariseos, un llamado a la violencia. Banalizada en el Twitter y en la conferenci­a mañanera, la razón cristiana sólo sirve para encubrir el horror, satanizar a quienes disienten y evitar que la paz y la justicia lleguen algún día.

Como es costumbre entre quienes no tienen más imaginació­n que culpar a otros de sus yerros, dirán, junto con AMLO, que soy de aquellos que “quieren detener el avance de la Cuarta Transforma­ción”, de los que estamos “constantem­ente criticando”, de los que atacamos “un día sí y al otro también”.

Nada –lo sabe perfectame­nte AMLO y la 4T– más lejos de mí y de miles de personas que durante estos años atroces hemos puesto nuestro saber y nuestra crítica al servicio de la justicia y la paz, y hemos tenido que padecer, además del horror del crimen, los irracional­es ataques de quienes, intoxicado­s de ideología y vacíos de sentido, sólo conocen el vocabulari­o del insulto y la intimidaci­ón.

Si algo celebraría­mos es ver en seis meses descender los índices de la violencia y aparecer la justicia. Pero lo único que AMLO nos ofrece es el desprecio frente a la violencia y el sufrimient­o, la banalizaci­ón del Evangelio y el abandono de la gente a esos seres que, atraídos por el boquete de aire de su política de seguridad, viven de la corrupción y la muerte. Lo único que nos ofrece en medio de la tempestad es la espantosa, frágil e infernal Balsa de Medusa.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefens­as de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernador­es y funcionari­os criminales y refundar el INE.

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