Sobre el coronavirus
›› Periodistas del Times resumen algunos misterios más críticos que científicos y funcionarios de salud pública aún no han descifrado
En el tiempo transcurrido desde que científicos y funcionarios de salud pública del mundo supieron por primera vez del nuevo coronavirus en enero, han tenido seis meses para conocerlo.
Han llegado a muchas conclusiones, desde la importancia de usar cubrebocas para contenerlo hasta la inusual gama de síntomas que provoca.
Pero hay grandes lagunas en el conocimiento científico sobre el virus. En este semestre en que los periodistas de la sección de Salud y Ciencia de The New York Times han estado informando sobre el SARSCoV-2, hemos relatado algunas de las incógnitas persistentes que han identificado.
La resolución de algunos de estos misterios por parte de los científicos determinará nuestro futuro con el coronavirus.
Estas son algunas de las cosas que aún no sabemos:
LA CANTIDAD DE VIRUS PARA ENFERMARTE
que se necesitan para una infección de coronavirus: el número está en algún lugar entre uno y un millón.
Si se presiona más a los científicos, podrían ofrecer un rango más pequeño de unos pocos cientos a unos pocos miles, y algunos podrían arrojar valientemente un cálculo en los cientos altos, en función de lo que han aprendido sobre el comportamiento del coronavirus que causó la epidemia de SARS entre 2002 y 2003.
Pero la conclusión es que nadie lo sabrá con seguridad hasta que se complete más investigación.
Por lo tanto, los científicos no pueden decir si tocar una superficie con una pizca de virus o respirar aire con gotículas exhaladas por una persona contagiada lo enfermará. Pero es seguro decir que la exposición a más coronavirus tiene más probabilidades de causar infección. Por eso es importante evitar los espacios interiores abarrotados, usar cubrebocas y lavarse las manos.
Algunas personas experimentan síntomas ligeros, mientras que otras son debilitadas por una enfermedad parecida a la gripe que puede durar varias semanas. Una minoría de pacientes desarrolla complicaciones letales. En esos casos, la muerte es una posibilidad.
Expertos dicen que la respuesta inmunitaria a la infección viral determina la gravedad de la enfermedad. Si el sistema inmunitario se desboca, detona un torrente de efectos nocivos que podrían dañar los pulmones y otros órganos.
La función inmunitaria se deteriora con la edad, y las personas mayores son de las más vulnerables a los peores resultados, al igual que las que padecen enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes y trastornos cardiovasculares. La obesidad también parece exacerbar la enfermedad.
Los hombres también son más vulnerables a enfermarse de gravedad y fallecer, una disparidad de género que quizá se deba a los sistemas inmunitarios más resistentes de las mujeres, según los científicos.
En términos generales, los pacientes se enferman con más rapidez si están expuestos a una dosis mayor del virus al momento del primer contagio, dijo William Schaffner, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Vanderbilt.
CUÁNDO O DÓNDE COMENZÓ A PROPAGARSE
La noción de un único paciente cero es tanto teatral como real: en cualquier epidemia nueva, algún alma desafortunada siembra la primera infección, varios de cuyos eslabones están destinados a sembrar sus propias cadenas y desatar un Big Bang viral.
La evidencia sugiere que el paciente cero del mundo, en China, empezó a infectar a otros a finales del otoño pasado. Un análisis de los primeros 41 casos confirmados, todos de personas que habían visitado el mismo mercado de mariscos en Wuhan, indica que la primera hospitalización ocurrió el 16 de diciembre. El paciente notó síntomas por primera vez el 1 de diciembre, así que la infección ocurrió antes. Varios científicos han estimado que el primer brote comenzó a finales o mediados de noviembre.
El nivel de trabajo detectivesco que se requiere para encontrar al verdadero paciente cero podría ser más complejo de lo que parece. Al menos un genetista ha argumentado que el virus podría haber infectado a los humanos por primera vez —probablemente tras un contacto con un pangolín— mucho antes del otoño del año pasado, de una forma que no provocó ninguna enfermedad. Luego desarrolló sus características patogénicas con el paso del tiempo mientras circulaba. Si ese es el caso, la pregunta de “¿Quién fue el primero?” tal vez no pueda responderse de manera definitiva por un tiempo, o quizá nunca.