Corredor Industrial

Mirador

- por Armando Fuentes Aguirre

Murió Quino, y el mundo se hizo un poco menos alegre y menos sabio.

El gran artista tuvo la virtud de hacer reír y hacer pensar. En Mafalda, su más entrañable personaje, encarnaron el buen sentido y la sonrisa. Quino enseñó divirtiend­o. Fue el suyo un amable magisterio.

Tengo entre mis tesoros una ilustració­n del argentino. En ella se ve una calle céntrica de alguna ciudad grande. La calle está llena de una muchedumbr­e de hombres y mujeres con rostros adustos en los que se adivinan indiferenc­ia, tedio, mal humor. En medio de la multitud va un anciano -nada más a él lo dibujó Quino a colores- que lleva bajo el brazo el retrato enmarcado de una corista o vicetiple de tiempos muy pasados. El anciano sonríe, y su sonrisa es de felicidad por un bello recuerdo, por una de esas memorias que bastan para iluminar toda una vida.

No estemos tristes porque se fue Quino. Alegrémono­s porque nos dejó a Mafalda. Y no se va del todo aquél que ha dejado una parte de sí a los demás.

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