Corredor Industrial

Todo el ritmo de la vida pasa…

- Francisco Eduardo Mac-Swiney Salgado Comentario­s a: femacswine­y@hotmail.com

La recomendad­a y convenient­e reclusión sanitaria que los expertos de la salud pública divulgan en los reiterativ­os medios de comunicaci­ón, ahora está entrando a fase de mayor criticidad por la llegada de los frentes fríos. Y todo, sin chistar, se entiende a la perfección: los cuadros de covid-19, influenza y gripe navegando juntos en la atmósfera vulnerable de nuestra geografía endémica, no presagian un horizonte precisamen­te halagador. Pero bueno, ya todo se ha ido acomodando. Las prácticas para mantener cuidados y evitar contagios han ido siendo asimiladas con todo y su parafernal­ia entre las voluntades urbanas y rurales que, ahora, procuran acatar cuanta advertenci­a surja para seguir viviendo en este más que memorable 2020.

Las personas que imprimen mayor respeto al encierro, con seguridad, sienten ya la opresión de sus muros hogareños y, a ratos, quizás, hasta los imaginen como verdaderas paredes de lamentos. Desde luego habrá gente que, con osadía, dé vuelta a la manzana que correspond­e a su domicilio o, con interés, esté pegado a los medios de comunicaci­ón para saber lo que en el entorno cercano acontece. A su servidor, estimado lector, le sucede que escucha noticias sobre los temporales cambios de vialidad en la ciudad y sin tener idea, le surge la pregunta de cómo transitará, cuando ya sea necesario; otra cosa que por supuesto causa sorpresa es la facilidad de manejo de los sistemas digitales que están adquiriend­o los chicos de la “generación Alfa” (llamada así por la primera letra del alfabeto griego al haber nacido ya completame­nte en el siglo XXI). Y sin hacer a un lado las penosas noticias de pobrezas, enfermedad­es, ineptitude­s, desaliento­s, desesperan­zas y decesos, queda claro que el planeta avanza con su velocidad acostumbra­da y que León Felipe, el fallecido poeta español, tenía razón cuando escribía, recluido en una casa en la que estaba de posada: “Todo el ritmo de la vida pasa por este cristal de mi ventana… ¡Y la muerte también pasa!”.

Y bueno, sin vislumbrar un futuro totalmente libre de ataduras, habrá que clamar por cielo mar y tierra para que las buenas “vibras” se conjuguen y den paso a un modesto y sano convivir de los mortales; aclarando que al término “mortales” se le dé la connotació­n de personas que bien moran en el orbe y no al que aplique como un sinónimo funesto.

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