Corredor Industrial

Fumigación

- Catón

Mi madre tuvo 15 hijos -contó un “tipo- Mis hermanos y yo la tenemos en un pedestal. La otra noche mi papá la bajó del pedestal. Ahora vamos a ser 16 hijos”... “Su coche quedó afinado -le dijo el mecánico a don Algón-. Son 20 mil pesos”. “¡Ah chingao! -se sobresaltó el señor-. ¿Pos quién lo afinó? ¿Alondra de la Parra?”... El vendedor de seguros le dijo al cliente que se resistía a comprar uno: “Piense en lo que hará su esposa cuando usted emprenda el viaje que no tiene retorno”. Replicó el sujeto: “Pienso que hará exactament­e lo mismo que hace ahora cuando emprendo los viajes que sí tienen retorno”... Astatrasio Garragarra, ebrio consuetudi­nario, regresó a su casa después de una de sus acostumbra­das papalinas. Llegó en horas de la madrugada, todavía poseído por los humos del alcohol. Trabajosam­ente se desvistió y se metió en la cama. Su esposa, entre dormida y despierta, le preguntó: “¿Eres tú, Tacho?”. Contestó el temulento: “Si no soy yo vas a ver la que se va a armar”... Flordelisi­a, joven mujer sin ciencia de la vida, y su novio Pitorrango tenían relaciones bastante íntimas. Un día ella le informó que estaba un poquitito embarazada. “¡Cómo es posible! -se azoró el muchacho-. ¿Qué no tomaste alguna precaución?”. “Ninguna” -confesó la chica. “¿Por qué?” -quiso saber el tribulado novio. Explicó Flordelisi­a: “Es que hace tiempo tuve una experienci­a igual, y pensé que había quedado inmunizada”... Antes de comenzar la misa un grupo de feligreses le pidió al padre Arsilio: “Por favor, señor cura, háblenos acerca de la crisis económica, de la falta de dinero, de lo mal que se van a poner las cosas”. “Está bien -accedió el buen sacerdote-. Pero diré el sermón después de la colecta”... Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, le dijo a su amiga doña Gules: “Tienes tan poco mundo que estoy segura de que ni siquiera sabes hacer bien el amor”. “Claro que sé -respondió con enojo doña Gules-. Y si no me lo crees pregúntale a tu esposo”... Uglicia, hay que decirlo, era bastante feíta, y además tenía sangre pesada, como se dice de las personas antipática­s. Su papá era empresario dineroso, y pensó que entre los muchos empleados de su fábrica podría encontrar a alguno que desposara a Uglicia. Les dijo: “Cuando mi hija se case llevará consigo una dote de un millón de pesos para su marido”. Uno de los trabajador­es comentó en voz baja: “Conozco a la muchacha y lo que ofrece el jefe no es dote: es indemnizac­ión”... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupisce­ncia de la carne, logró por fin que Dulciflor, muchacha ingenua, accediera a ir con él al popular Motel Kamawa. En la habitación número 210 tuvo lugar el consabido trance. En medio de la acción Dulciflor le preguntó a su lascivo galán: “¿Me amas, Afrodisio?”. “¡Caramba! -se indignó él-. ¿A quién se le ocurre hablar de amor en un momento como éste?”... Don Chinguetas y su esposa doña Macalota hicieron fumigar su casa, pues tenían problema de termitas. Por causa de la fumigación debieron pasar la noche en un hotel de la ciudad. El recepcioni­sta le indicó a don Chinguetas: “Regístrese, por favor”. Preguntó él: “¿También la señora se debe registrar?”. “No -repuso el de la recepción-. Ella es cliente de años”... El marqués Otte y el conde Naddo se disputaban el amor de la duquesa Ladda. Se retaron a duelo. El desafío fue con pistola a 20 pasos. Tomó cada uno de los duelistas su respectiva arma y se colocaron los dos espalda con espalda. En eso llegó a toda velocidad un carruaje. Del vehículo descendió la duquesa, que fue corriendo hacia los duelistas. “¡No sean pendejos! -les dijo desesperad­a-. ¡Hay pa’ los dos!”. FIN.

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