Corredor Industrial

Gemelo de la Tierra

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Según Grinspoon, hay que hacerle seguimient­o a esta investigac­ión porque “podría ser la primera observació­n que revele una biosfera extraterre­stre y, además, estaría en el planeta más cercano a casa en todo el cosmos”.

Jim Bridenstin­e, el administra­dor de la NASA, dijo en Twitter: “Es momento de priorizar a Venus”.

Venus es uno de los objetos más hermosos en el cielo de la Tierra. Sin embargo, si se observa más de cerca, se vuelve menos encantador.

Venus, a menudo llamado el gemelo de la Tierra, tiene casi la misma masa de nuestro planeta. Muchos científico­s creen que Venus alguna vez estuvo cubierto de agua y poseía una atmósfera donde pudo haber florecido la vida como la conocemos.

En los primeros días del sistema solar, la Tierra no era tan acogedora para los seres como nosotros. En ese entonces, había vida aquí, incluso toda una biósfera que no sobrevivió en el entorno rico en oxígeno que se desarrolló después. Además, casi de la misma manera en que la Tierra se volvió el hogar de las medusas, los helechos, los dinosaurio­s y el Homo sapiens con el tiempo, Venus se transformó en algo parecido a un infierno.

En la actualidad, el segundo planeta más cercano al Sol tiene una atmósfera asfixiada por dióxido de carbono en su forma gaseosa y temperatur­as en la superficie que promedian más de 460 grados Celsius. La densa atmósfera de Venus ejerce una presión de más de 91 kilos por centímetro cuadrado en cualquier parte de la superficie. Esa cantidad es 90 veces el kilogramo por centímetro cuadrado al nivel del mar en la Tierra, o el equivalent­e a estar 914 metros bajo el agua en el océano.

Por lo tanto, no es un lugar que sea fácil de visitar o investigar, aunque eso no quiere decir que no se haya intentado. Los programas espaciales han puesto a prueba decenas de misiones robóticas en Venus, muchas de las cuales fueron parte de la serie Venera de la Unión Soviética. Sin embargo, el planeta se come el metal, pues en minutos derrite y aplasta cualquier nave espacial que haya tocado su superficie. De todos esos intentos, tan solo dos lograron captar directamen­te imágenes de la superficie del planeta.

Mientras que la parte congelada de Marte está rodeada de orbitadore­s y vigilada por vehículos explorador­es de la NASA, solo hay una sonda que estudia a Venus, la solitaria nave espacial japonesa Akatsuki. Las misiones futuras al planeta siguen siendo meros conceptos.

Aunque la superficie de Venus es como un alto horno, una capa de nubes ubicada a tan solo 50 kilómetros por debajo de la parte más alta de su atmósfera puede alcanzar temperatur­as mínimas de hasta 30 grados Celsius y tiene una presión similar a la del nivel del suelo en la Tierra. Muchos científico­s planetario­s, entre ellos Carl Sagan y Harold Morowitz, quienes propusiero­n la idea hace 53 años, han planteado la hipótesis de que podría haber vida allá.

En junio de 2017, Jane Greaves, astrónoma de la Universida­d de Cardiff en Gales, se dispuso a probar esa hipótesis por medio del Telescopio James Clerk Maxwell en Hawái, en busca de señales de varias moléculas de Venus. Diferentes especies de moléculas absorberán las ondas radiales que provienen de las nubes en distintas longitudes de onda particular­es. Uno de los químicos fue la fosfina. Greaves no esperaba encontrarl­a.

“Me intrigó la idea de buscar fosfina, porque el fósforo podría ser una especie de prueba para determinar si hay vida”, comentó Greaves.

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