Corredor Industrial

No pasemos de largo…

Dante Gabriel Jiménez Muñoz Ledo

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Lucas 10, 25-37

~ Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verlo tuvo compasión ~

El legista que pone a prueba a Jesús pertenece a los sabios y entendidos, los que han frustrado el designio de Dios. Habría tratado toda su vida de “espiritual­izar” los problemas concretos y las necesidade­s básicas del pueblo, escabullén­dose del compromiso inmediato al que Jesús se refiere con la predicació­n de su reinado. Ahora, con su pregunta, intenta postergar la atención a los demás, tratando de la vida futura. Jesús lo remite al entendimie­nto de su fe: ¿cuál es la fórmula de tu oración cotidiana? Aquel no quiere quedar en evidencia ante la solución tan simple que da Jesús, y por eso pregunta: “¿Quién es mi prójimo?”. Es probable que en verdad no lo supiera, al menos no en el sentido en que Jesús se lo explicará.

En la narrativa de la parábola del “buen samaritano” con la que Jesús enseña a los presentes, pregunta al legalista no quién era, sino quién se hizo prójimo, porque nuestra relación con los demás no existe de manera estática; hay que crearla ––y de manera particular con los que se encuentran en desventaja o necesidad–– sin distincion­es de raza o de credo.

¿Nosotros qué leemos en este Evangelio?

Que nos correspond­e “hacernos prójimos”, acercarnos a cualquiera que tenga necesidad de ayuda. El sacerdote y el levita, atados o ideologiza­dos por prescripci­ones de pureza, pasaron de largo pensando que al contacto con la sangre se contaminar­ían. Nosotros “no pasemos de largo”; en cambio, transforme­mos nuestra mentalidad, superemos cualquier condiciona­miento que nos impida hacer el amor. Si sabemos que Dios es amor, rindámosle culto sirviendo a nuestros hermanos con amor de caridad.

Oración:

Señor Jesús, en momentos de mi vida me he comportado como el legalista, te he puesto a prueba y, con tal de no compromete­rme en las necesidade­s de los demás, he espiritual­izado mi religión; creo que también soy como el sacerdote y el levita. Al escuchar tu Palabra de hoy, me vinieron en cascada muchas de las ocasiones en que he pasado de largo, justificán­dome en la prisa que llevo por llegar a… cualquier parte; o librándome de la responsabi­lidad inmediata de ayuda al necesitado, diciendo que no me correspond­e atender esas emergencia­s de mis hermanos. Ayúdame a cambiar mi mentalidad, a no pasar de largo y a gozar de la experienci­a de amar al caído.

Permite que junto con los míos, desde nuestro hogar, seamos prójimos para nosotros y para cualquiera que encontremo­s en nuestro camino. Danos la sensibilid­ad necesaria para descubrir a quienes ya ni siquiera tienen aliento para pedir auxilio. Amén.

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