Ruido y furia en Twitter
Trump comenzó su lunes con una ráfaga de furiosos tuits, todos en mayúsculas, pero a diferencia de otros días de ruido y furia en Twitter por parte del presidente, en esta ocasión el mandatario está bajo los efectos del esteroide dexametasona y con al menos cuatro días de recibir el medicamento en fase de experimentación Remdesivir, después de haber sido tratado, además, en un primer momento con una terapia de anticuerpos experimental desarrollada por la empresa de biotecnología, la farmaceútica Regeneron.
La Casa Blanca ha insistido en que Trump sigue adelante con sus deberes presidenciales y ha proporcionado una serie de fotos en las que se le ve trabajando en el hospital, además de haber hecho públicos una serie de vídeos con mensajes para que quede claro que ni está débil ni ajeno a su función como Jefe de Estado.
Según informa la cadena pública de radio NPR (siglas en inglés), el vicepresidente, Mike Pence, quien no ha sido visto en público desde que Trump enfermó, debía de abandonar ayer Washington camino de Utah como comienzo de una semana llena de eventos de campaña, cuyo máximo exponente estará en el debate del martes por la noche frente a la candidata demócrata a la vicepresidencia, Kamala Harris.
Las quejas por el manejo de una situación nada convencional, una grave enfermedad contraída por el líder de Estados Unidos, no han arreciado. La última en lanzar sus dardos ha sido Nancy Pelosi, la líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes y segunda en la línea de sucesión presidencial, después del vicepresidente Mike Pence, quien ha asegurado que no ha sido informada sobre el estado de Trump desde que se le diagnosticó la covid-19. “Estamos obteniendo nuestra información igual que todos los demás, en los medios”, dijo Pelosi, en una entrevista televisiva el domingo. La líder demócrata, que dio negativo en una prueba de diagnóstico realizada el viernes, deseó a Trump una “pronta recuperación”.
Desde este lunes, la Casa Blanca permanecerá bajo mínimos. Por la mañana, caía la penúltima pieza del dominó de la Administración afectada por el coronavirus. La jefa de prensa, Kayleigh McEnany, anunciaba que había dado positivo en la prueba de coronavirus.
Por la noche, antes de conocer su diagnóstico, la Casa Blanca enviaba un correo electrónico a todos sus empleados pidiéndoles que no acudieran a trabajar si tenían síntomas de la covid-19.
“Como recordatorio, si estás teniendo síntomas como dolor de garganta, tos, fiebre, dolor de cabeza, pérdida de gusto u olfato, dolores musculares, escalofríos, diarrea o dificultad al respirar, por favor quédate en casa y no vengas a trabajar hasta que estés libre de síntomas”, decía el correo. En el caso de que los síntomas aparezcan en el lugar de trabajo, la instrucción es “regresar a casa inmediatamente” y acudir al médico habitual, y no al servicio médico de la Casa Blanca. Una Casa Blanca desierta a la que se prepara a regresar Trump ante una campaña electoral totalmente por definir.