Corredor Industrial

Pidamos al amigo…

- Dante Gabriel Jiménez Muñoz Ledo

Lucas 11, 5-13

~ ¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan! ~

Jesús va más allá respondien­do a la petición de sus discípulos: enséñanos a orar. A través de esta parábola, los lleva a comprender la oración de petición. En otros momentos les enseñará la oración de alabanza y de acción de gracias, como en la montaña y en la última cena.

Nosotros estamos muy inclinados a orar pidiendo, en detrimento de otras formas de oración. No obstante, nos hace falta aprender a pedir. A partir de la parábola que hemos escuchado, entendemos que Dios, además de Padre, es un amigo. Los contemplat­ivos de todos los tiempos han experiment­ado de ese modo a Dios: como un amigo que no los dejará sin escuchar. Así Abraham, en una oración confiada; y Teresa de Ávila cuando invitaba a sus hermanas de comunidad a esforzarse por pedir la petición a Dios: “¿Qué nos cuesta pedir mucho, pues pedimos al Todopodero­so?”.

La petición insistente parece monótona, aburrida o sin respuesta. Sin embargo, la constancia de nuestras peticiones consigue su objetivo; además de que seremos escuchados por el amigo de adentro, Dios, nuestra petición repetida nos capacita para valorar, entender y recibir el don. Tomemos en cuenta que es el incomparab­le don del Padre ––don por excelencia, acompañado de su Espíritu de amor–– que nos comunica no solo lo que necesitamo­s, sino infinidad de claridades espiritual­es y la más sentida comunicaci­ón divina.

¡Toquémosle al dueño de la casa! Pero con insistenci­a, y al mismo tiempo, meditemos: ¿qué es en realidad lo que estamos pidiendo?

Oración:

Señor Jesús, enséñame a orar con insistenci­a. Nunca permitas que me sienta completo, sin necesidad de Dios, de su proyecto y de su amor. Haz que me duela la extrema pobreza de mis hermanos, la carencia de amor en las familias, los sentimient­os de odio y rencor, la violencia, el desorden y todo aquello que echa por tierra el valor superior de fraternida­d y el sentido de familia en nuestra sociedad, en el trabajo y en nuestro hogar.

Permite que junto con los míos, en casa, hagamos una oración cotidiana nacida de nuestras necesidade­s y de las de nuestros hermanos más necesitado­s; que nunca nos cansemos de pedir, especialme­nte si aquello que pedimos es para otros, los que han venido de visita, porque necesitan no solo de nuestro pan, sino de nuestra amistad, amor y de nuestra relación contigo, que eres el mejor amigo y que siempre escuchas. Amén.

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