Corredor Industrial

Ocurrencia­s, caprichos, obsesiones: la única estrategia

- Héctor de Mauleón

Desde que el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, manifestó su interés de contender por la gubernatur­a de Sonora en las elecciones de 2021, el panal comenzó a zumbar, y la grilla estalló a todo.

Durazo admitió que estaba interesado “en replicar” en Sonora “el modelo que ha impulsado el actual gobierno”. El presidente López Obrador puso como plazo para los funcionari­os que quisieran renunciar el próximo 31 de octubre.

Durazo quedó a cargo de la seguridad del país sin conocer la materia de la que se iba a encargar. Antes de tomar posesión como secretario de Seguridad del gobierno de AMLO, consultó con expertos en seguridad, que lo vieron tomar notas, en una libreta, de los temas y las necesidade­s más urgentes.

El presidente lo ha calificado como un secretario “ejemplar, eficaz y de primer orden”. Durazo no tuvo, sin embargo, logros importante­s. Se vio involucrad­o, en cambio, en uno de los mayores escándalos en lo que va del sexenio: la bochornosa liberación de Ovidio Guzmán, el hijo de “El Chapo”, el 17 de octubre de 2019.

En esa jornada en la que el Estado mexicano fue humillado y el Ejército arrodillad­o por un cártel, Durazo mintió en la televisión nacional. Tropezó, titubeó, se vio totalmente rebasado, y al cabo tuvo que reconocer que el secretario de Seguridad no estaba informado de un tema candente para la seguridad.

Durazo deja el primer año de su gestión, 2019, convertido en el año más violento en la historia reciente del país. Y probableme­nte deje también 2020 –a pesar de la ayuda que le brindó la pandemia, durante la que varios delitos bajaron de manera ostensible–, como un nuevo año más violento en la historia de México.

El secretario prometió bajar el nivel de los homicidios en seis meses y no lo consiguió. Pidió un plazo más largo para hacerlo y fracasó de nuevo (se proyecta que se estabilice­n, pero a niveles de escándalo). Con él hemos tenido el año más violento, el mes más violento, la semana más violenta, el fin de semana más violento, e incluso el día más violento desde que en México se mide la violencia.

Las masacres cunden como nunca antes. Las víctimas de los multihomic­idios ahora se cuentan por 10, por 15, por 20, hasta por 30 en un solo ataque. Es probable que haya menos carpetas. Tenemos, sin embargo, más víctimas.

En la gestión de Durazo, la Guardia Nacional solo ha sido una entelequia puesta a capricho del presidente. La seguridad ha quedado a cargo de militares: tal vez sea esta la mayor claudicaci­ón del secretario.

Los cárteles, mientras tanto, mantienen estados enteros sumergidos en la sangre y la zozobra. La violencia asociada a la delincuenc­ia organizada se ha disparado en Guanajuato, Jalisco, Chihuahua, Michoacán, Colima, Sinaloa, el Estado de México y Baja California.

La limpia prometida tampoco ocurrió: los casos de corrupción policiaca forman parte de nuestro día a día.

En Sonora ven con buenos ojos la llegada del todavía secretario: Morena lo considera, a partir de las encuestas, el mejor candidato a la gubernatur­a. El secretario siempre tuvo como prioridad no poner en riesgo esa candidatur­a.

Por último, no escuchó a las víctimas ni a los expertos. Oyó solo una voz: la voz del presidente.

En los últimos días, los ámbitos de la seguridad se han llenado de rumores. Ruedan nombres de posibles sucesores con capacidade­s forjadas en la milicia o la política. Rondan nombres y nombres. Nombres supuestame­nte sancionado­s por generales, almirantes, secretario­s, políticos.

Quedará el que oiga mejor la voz del presidente. Porque en México las ideas, las ocurrencia­s, las obsesiones, los caprichos de esa voz son la única estrategia.

En la gestión de Alfonso Durazo, la Guardia Nacional solo ha sido una entelequia puesta a capricho del presidente.

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