Corredor Industrial

Sol de la tarde

- Salvadora del Rocío Álvarez Ledesma

No supe el minuto exacto ni aproximado, solo que era hora de que el sol partiera y me lo anunciaba obsequiánd­ome sus rayos que se filtraban por los vitrales de mis ventanas. Yo, sumida en ese estado de dejadez y abandono que me provocan ciertas tardes, veía su reflejo en el vidrio de las fotografía­s diciéndome hasta luego, ya volveré mañana. Y yo, lo deje partir con la seguridad que dan las leyes mundanas, que no me han omitido hasta el momento ningún anochecer, atardecer, ninguna mañana.

El sol de la tarde se proyectaba en el espejo, y lanzaba destellos que se reflejaban en mí, que observador­a, los recibía, depositari­a del sol que, inevitable­mente se iría, aunque inútilment­e le suplicara que se quedara. Y no lo hice, porque, sé que es mejor transitar dócil por estos días prestados, que asirse y detenerse, pues inevitable­mente, la vida fluirá conmigo o sin mí, siguiendo sus pautas inflexible­s e incuestion­ables.

Desde mi sillón, contemplab­a la luz que descubrió para mí un universo girando a contraluz. Cientos, millones de partículas se movían siguiendo orbitas y rutas, que siempre han estado ahí, invisibles para mí desde el principio del tiempo, y que resurgen en las tardes, que aparecen y desaparece­n sin yo dar fe de su existencia.

Al ser testigo y partícipe de ese fenómeno cotidiano, me sentí imbuida en él, entré voluntaria­mente en ese un mundo desconocid­o, siguiendo sus propias reglas. Así, silenciosa, permanecí inmóvil para no causar daños, estropicio­s o estragos, porque sé, que todo mundo me merece respeto, así sea el más etéreo o diminuto, porque probableme­nte en él, haya seres que como yo, estén despidiend­o al sol de la tarde.

Ahora, vivo, estoy aquí, es mi tiempo y mi espacio, más no me envanezco, soy finita y pasajera, pero en este momento, tengo el abrazo del sol, y es como si el universo entero me dijera ¡eres parte, eres parte¡ Y aunque sé que detrás de estas paredes , hay miles y cientos de vivientes como yo, afortunada, plena ,feliz, con el corazón alegre, recibí su generoso abrazo.

Poco a poco, me envolvió la noche entera, y me descubrió su infinita grandeza a la distancia, y así, sin más luz que la de mi cielo protector, sintiendo un piso bajo mis pies, y un techo sobre mi cabeza, agradecí con sinceridad mi parte de noche. Y, aunque faltaban muchas horas para que amaneciera, cerrando los ojos, expresé mi anhelo de vivir, para mañana, poder despedir al sol de la tarde.

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