Pone captura a militares ‘bajo la lupa’
» La detención del general compromete la relación de las Fuerzas Armadas con el Gobierno de López Obrador
La detención del general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa con Enrique Peña Nieto (2012-2018), ha puesto los ojos de México en el Ejército.
La imputación por cinco cargos de narcotráfico pone dos relaciones bajo la lupa: los nexos entre las autoridades de alto rango y el crimen organizado, y el poder que el presidente, Andrés Manuel López Obrador ha dado a los militares durante su mandato.
La primera afecta directamente a los predecesores de López Obrador y a su combate en la guerra contra el narco. La segunda salpica inesperadamente al actual Gobierno.
“Son instituciones fundamentales para el desarrollo de nuestro país, pilares del Estado, y son tan fuertes que ni asuntos como la involucración de un secretario de Defensa en casos de narcotráfico las debilitan”, ha defendido el mandatario.
Para muestra, el jefe del Ejecutivo se despidió temprano de su conferencia de prensa matutina para ir a supervisar las obras asignadas a las Fuerzas Armadas para el nuevo aeropuerto de Santa Lucía, a las afueras de la capital.
Las Fuerzas Armadas, que han guardado silencio sobre la detención de Cienfuegos, han sido uno de los compañeros de viaje más beneficiados durante la llamada Cuarta Transformación, el proyecto de gobierno de López Obrador.
El presidente ha apostado por la Guardia Nacional, un cuerpo de seguridad de corte castrense creado el año pasado, a unos meses de tomar posesión, como solución a la ola de violencia que azota al país desde hace más de una década.
“Necesitamos de la disciplina, del profesionalismo de la Marina y del Ejército para enfrentar el problema de la inseguridad y de la violencia”, justificó el titular del Ejecutivo en mayo pasado.
La propuesta ha tenido respaldo de los Gobiernos estatales, rebasados por la inseguridad y la corrupción en las Policías locales.
Pese a un escándalo de proporciones históricas como la captura de Cienfuegos, el Ejército se mantiene año tras año como una de las instituciones mejor evaluadas por la ciudadanía y las corporaciones policíacas, entre las peores, según el seguimiento histórico de Consulta Mitofsky.
La caída del general reclama ahora una depuración profunda, similar a la que anunció Alfonso Durazo, secretario de Seguridad, hace un año tras el llamado Culiacanazo, el operativo fallido para capturar a Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, en Sinaloa. “Cuando la cabeza está coludida, no puedes hablar de una manzana podrida, sino del deterioro de una institución”, apunta Alejandro Madrazo, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas.
“No vamos a apagar el fuego con fuego”, decía López Obrador en campaña, como un candidato que se quejaba de que la guerra contra el narco solo implicó “golpear el avispero” y que insistía en que el Ejército “ya no se ocupe de las tareas que hasta ahora tiene encomendadas”.
Después vino el viraje. En septiembre de 2018, comenta Madrazo, el presidente electo se reunió con oficiales de la Secretaría de la Defensa.
Poco después, llenó de elogios a los militares. Para noviembre, dos semanas antes de tomar posesión, anunció formalmente la creación de la Guardia Nacional.
“Lo intimidaron, tenemos un presidente que no se atrevió a enfrentarse a la militarización y que está sometido al Ejército”, afirma el académico.