Errores infelices
En las ciencias es muy común escuchar “que un pequeño error al principio produce un error enorme al final”. Para la ciencia política, el estudio de los errores cometidos nos puede llevar a tener ejercicios políticos acertados y con rumbo. Es decir, puede ser posible que un comienzo pueda tener un final, sino feliz, no infeliz.
La elección municipal pasada, nos arrojó resultados interesantes. Por primera vez en 18 años de gobierno panista, hubo contendientes que dieron un brinco competitivo. El partido Moreno, tuvo más de 44 mil votos, la candidatura independiente 38 mil, de frente a los 63 mil que obtuvo el Pan, pese a la impresionante ventaja que implica disponer del poder municipal.
Una pregunta recurrente en los últimos meses, a raíz de la opacidad de los integrantes no panistas, fue ¿si sumando los votos de la oposición resultaba numéricamente una mayoría, por qué su participación fue estéril y mediocre? ¿Por qué no pudieron pasar del reclamo espontaneo a una organización de ideas y propuestas emanadas de quienes votaron por ellos? ¿Qué inmovilizó o silenció al principal promotor de la candidatura independiente? Dónde quedó la promesa de los Independientes que harían “el mejor gobierno de la historia de Celaya”.
Mas allá de esas percepciones hay un resultado, que se evidencia fuertemente, llegan nuevamente al inicio de otra participación electoral sin organización interna, sin estructura, sin liderazgos a pesar de haber obtenido localmente, a lo largo de 24 meses los recursos económicos, y los medios de difusión para posicionar sus propuestas. Vacíos, huecos y con una ciudadanía otra vez desilusionada de su desempeño, los protagonistas de este Ayuntamiento intentan levantar banderas como si no trajeran en sus espaldas el peso del fracaso.
Los ciudadanos vieron como se derrumbaba la ciudad, sin que hubiera voces que reclamaran o salieran a enfrentar el pandemónium que se creaba. La imagen de representación ciudadana y autoridad política de la ciudadana Paniagua, también se derrumbó, su caída fue espectacular, y desde luego no se levantará. Tenemos una ciudad indefensa, y ahora inmersa en un ambiente electoral, en donde aparecen nombres y personajes impresentables, cuya motivación es la de siempre: el poder y el dinero.
Celaya necesita refundarse, renacer de esta pesadilla de sangre y miedo que paraliza cualquier iniciativa de crecimiento personal y económico. Fundar una expectativa con los mismos actores de la historia de Celaya de los últimos 20 años es un suicidio.
Dejar de lado la participación electoral desde luego, es dejarle la puerta abierta a los intereses más oscuros que hoy se soban las manos. Es otro tiro en la sien. Esta nueva etapa electoral tendrá como invitados a los mismos partidos parasitarios: el Verde, el naranja, el tricolor, el amarillo, y quizá el turquesa. Recordemos que el gasto público en ellos, suma cientos de millones de pesos tirados al bote de la basura. Hay que refrendar la estrategia para su desaparición, ni un voto para ellos será el germicida más eficaz. Su representación ciudadana es testimonial. Necesitamos partidos fuertes, cuya competencia esté fundada en propuestas y acciones de renovación y cambio, útiles y transformadoras.
Celaya necesita alianzas políticas de fondo, donde el interés sea renovar no solo el gobierno, sino las acciones de gobierno, como reestructurar los procesos administrativos, mejorar la eficiencia y la productividad en la atención de los problemas ciudadanos; requiere replantearse el camino del desarrollo económico sin comprometer el futuro ambiental de las nuevas generaciones. Urge poner en el centro de la dinámica social al ciudadano.
Los procesos electorales deben ser procesos de democratización para ejercer el gobierno con una mirada en la realidad del siglo XXI, facilitando la comprensión y atención de problemáticas viejas con nuevas estrategias de solución en la movilidad, en el transporte, en las relaciones sociales, en el arte y la cultura, en la inclusión, en las oportunidades de empleo equitativas, en el abordamiento de las distintas problemáticas sociales, con una perspectiva de género, real y comprometida.
Celaya necesita un gobierno plural, representativo de toda la sociedad, con liderazgo democrático. El viejo estilo autoritario y rapaz ya no se sostiene. La próxima elección debe ser una oportunidad, en principio para tejer acuerdos, y unir voluntades, para transitar de este infierno a un gobierno que inspire la paz, la concordia y el ánimo colectivo en la solución de cada conflicto que nos amenaza. La bola de lodo y sangre que se nos viene encima, si esta competencia electoral se convierte en una farsa y una simulación, nos aplastará a todos. Revolcadero.
Pregunta sería. ¿Le llegó la oferta generosa que solicitó públicamente Javier Mendoza Márquez por su “capital político independiente”: “sus tres regidores” y su fama? ¿Cómo cuánto le calcula en dinero, o en trueque? Recibo comentarios…