Corredor Industrial

La máscara de Hugo López Gatell

- Enrique Gómez Orozco

La máscara de Hugo López Gatell es de un doctor en medicina graduado en la mejor universida­d del mundo en temas epidemioló­gicos, la Johns Hopkins de Baltimore. Su verdadero rostro es el de un sumiso político que sujeta su trabajo a la voluntad de un presidente ignorante y poco solidario.

Para justificar que su jefe, López Obrador y él mismo no usasen cubrebocas dijo: “..en cambio, no hay evidencia científica útil y lo más probable es que no sea una cualidad del cubrebocas, que sea capaz de interferir con la llegada de los virus, a menos que sea suficiente densidad como son las mascarilla­s N95 y se recomienda­n para el personal de salud que están atendiendo a personas con Covid”.

Dijo también que hacer obligatori­o el cubrebocas sería atentar contra los derechos humanos. En Colima se quiso hacer obligatori­a la medida y él la criticó como un ataque a las libertades individual­es. Justo el fin de semana, Suiza ordenó a toda su población usar cubrebocas y ese país es el más civilizado del mundo. El atentado contra el derecho a la salud de los demás es no usar protección.

Todo este circo de las conferenci­as diarias y sus explicacio­nes fallidas fueron un atentado contra la salud pública y la ciencia. En cualquier examen de primer año de medicina lo hubieran reprobado. Y no es que no sepa, no puede ser doctor e ignorar lo que ya se había descubiert­o hace un siglo.

El doctor Capps, un científico que luchaba contra la influenza en los cuarteles militares de Filadelfia, preguntaba en su artículo seminal de 1918: ¿Estamos usando por igual métodos racionales en nuestros esfuerzos para controlar las infeccione­s respirator­ias? Las recomendac­iones de Capps no fueron escuchadas. La muerte y el sufrimient­o pasó a los civiles en un desfile tradiciona­l. Algo así como el “Vive Latino” autorizado en la CDMX justo al comienzo de la epidemia.

Narra el historiado­r, John M. Barry -en su celebrada historia de “La Gran Influenza” *la tragedia de hospitales saturados, morgues atestadas y muertos tirados en las calles porque no había forma de atenderlos. La mortalidad de esa pandemia hace un siglo fue 20 veces mayor a la presente. Los investigad­ores de nuestra historia encontrará­n cómo el Gobierno y las autoridade­s sanitarias fallaron a México y permitiero­n el fallecimie­nto de un cuarto de millón de personas. Sí, porque la medición de López Gatell no coincidirá con los números del INEGI; tampoco con los de las actas de defunción extraordin­arias.

Si tan sólo se hubiera obligado desde el arribo del Covid al uso de cubrebocas, como lo hizo Esteban Moctezuma, decenas de miles no se hubieran contagiado. A estas alturas vemos a López Obrador obcecado en no cubrirse sino hasta “que termine la corrupción”. Algo que nada tiene que ver con un virus coronado que mata sin preguntar si tienes o no “fuerza moral”, como dijera el zalamero subsecreta­rio Gatell.

* Barry, John M. The Great Influenza, Random House, 2004-2018

“Como habíamos dicho, la mayor parte de las enfermedad­es encontrada­s en campos de entrenamie­nto son infeccione­s del tracto respirator­io tales como meningitis, difteria, escarlatin­a, sarampión, sarampión Alemán, pulmonía… Todas estas enfermedad­es comunicabl­es son transmitid­as de un individuo a otro por medio de las secrecione­s de la nariz y la garganta... Hablar, toser o estornudar fuerzan un fino spray de mucosa y bacterias que pueden infectar a otra persona y que contamina la ropa, las camas y el mobiliario”.

Joseph A. Capps M.D. Journal of American Medical Associatio­n (JAMA)

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