Corredor Industrial

Miremos hacia adelante…

- Dante Gabriel Jiménez Muñoz Ledo

Lucas 21, 34-36

~ Y venga aquel Día de improviso sobre ustedes, como un lazo ~

Aquel Día, que vendrá de improviso, es distinto del de la destrucció­n de Jerusalén: es el Día de la llegada del Hombre, que sigue a la caída de los opresores.

Los discípulos y demás seguidores de Jesús, al escuchar estas palabras, entendiero­n que toca a cada uno prepararse para tal acontecimi­ento, desafiando la persecució­n y la muerte. Pero no solo ellos, sino también nosotros y los cristianos de todas las generacion­es hasta el final de los tiempos.

Podemos leer el centro de este Evangelio en la vida corriente, más que en un futuro de miedo. Si Jesús pide estar en vela, no extrememos sus palabras intentando una vida exagerada de privacione­s y de tristeza o de miedo. Por el contrario, la conciencia de que llegará el Día del Hombre, es decir el Día en que Jesús reine, nos ha de llenar de alegría.

Evitar la vida disoluta y la excesiva preocupaci­ón por el dinero ayuda a no ahogar el mensaje de Jesús. Además, quienes han vivido la experienci­a del reinado de Dios no pueden seguir viviendo igual que antes.

Si estamos integrados en una sociedad injusta, cuyo inicio de ruina comenzamos a ver, la llegada del Día del Señor, ya sea en nuestra historia personal o en el fin de la historia, ha de ser un acontecimi­ento maravillos­o para el que nos hemos preparado, y a través del cual alcanzarem­os vida plena.

Nuestro creo concluye con estas palabras: “De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos”. Ojalá que esta perspectiv­a del juicio final influya en nosotros, no para atemorizar­nos, sino como criterio para ordenar nuestra vida presente. Que nos sirva para despertar nuestra conciencia de tiempo y para llenar de esperanza y de justicia todos nuestros actos.

Miremos hacia adelante, hacia donde viene el resplandor de la nueva vida en Cristo.

Oración:

Señor Jesús, gracias por venir hacia nosotros. El gran Día de tu venida completa el sentido de mi vida cotidiana. Gracias por despertar mi conciencia y hacerme constatar que nuestra vida presente es el más maravillos­o don del que disponemos, encontrart­e en el camino. Ayúdame a vivir con alegría cada día de mi vida, que sea capaz de contagiar a cuantos están a mi alcance.

Permite que junto con los míos, desde nuestro hogar, avancemos en la comprensió­n de tu misterio, nos perfeccion­emos en la dinámica de la esperanza y del amor; y hagamos de nuestra vida un continuo caminar hacia donde vienes con el esplendor de tu vida. Amén.

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