Corredor Industrial

El escape de Leopoldo López

- JORGE RAMOS

Leopoldo López se escapó. Ese era el rumor. Lo que había comenzado como una esperanza retuiteada en las redes sociales, de pronto, se materializ­ó. El prisionero político más importante del país había burlado la férrea vigilancia que la dictadura de Nicolás Maduro tenía frente a la embajada de España en Caracas donde Leopoldo estuvo protegido por más de un año.

Terminaban así más de seis años de cárcel, torturas y persecució­n desde que fue arrestado durante una manifestac­ión en las calles de Caracas el 18 de febrero del 2014 y acusado por la dictadura de incitar a la violencia. Pasó más de tres años en la prisión de Ramo Verde, luego le otorgaron casa por cárcel por problemas de salud y, finalmente, tras un fallido intento de levantamie­nto el 30 de abril del 2019, buscó refugio en la embajada española.

“No te puedo dar detalles, Jorge”, me dijo durante una entrevista desde Madrid y a través de la tableta de su esposa, la defensora de los derechos humanos Lilian Tintori. “La verdad es que ha habido una retaliació­n por parte de la dictadura: más de 14 personas están detenidas en estos momentos, gente que nada tuvo que ver con mi salida”.

Pero sí me explicó por qué decidió huir. “Las circunstan­cias de mi estadía en la embajada cambiaron”, me dijo. “Llegué a la conclusión de que podía contribuir mucho más desde fuera: apoyando a nuestro presidente Juan Guaidó, apoyando nuestra causa, siendo una voz de nuestra lucha por la libertad de Venezuela”.

Leopoldo ha vivido seis años durísimos. “Nunca me he arrepentid­o”, me contó, ya reunido con sus tres hijos. “Pasé un tiempo difícil en la cárcel. Cuatro años de aislamient­o, de tortura -tortura que, por cierto, ha sido reflejada en los informes de la ONU-. Pero nunca me arrepentí, ni me arrepiento en estos momentos. Es parte de la lucha. Si nosotros estamos dispuestos a liderar, tenemos que estar dispuestos a sufrir lo que significa enfrentar una dictadura”.

Hugo Chávez, quien con su estilo unipersona­l concentró casi todo el poder en Venezuela desde 1999 y creó las bases de la actual dictadura, murió de cáncer en el 2013. Entonces muchos pensaban que no podría haber chavismo sin Chávez. Sin embargo, Nicolás Maduro sigue en el poder. ¿Lo subestimar­on?, le pregunté a Leopoldo.

“Nicolás Maduro es mucho peor que Hugo Chávez”, me contestó. “Nicolás Maduro no es un líder ideológico... Representa a una estructura criminal que le ha dado amparo a grupos militares, paramilita­res, corruptos de distintas partes del continente y del mundo... Yo sí creo que se subestimó. Nosotros en el 2014 fuimos muy claros al decir que en Venezuela estábamos viviendo una dictadura. Y por eso fui a la cárcel”.

La pregunta ahora es cómo sacar a Maduro del poder. Leopoldo no cree que la solución sea participar en las elecciones parlamenta­rias del 6 de diciembre ni una negociació­n con Maduro.

“Yo creo que es ingenuo”, me dijo. “A estas alturas, después de haber intentado, no uno, sino más de seis procesos de negociació­n con Maduro tenemos que llegar a la conclusión de que no hay la voluntad por parte de él para una salida negociada”. Leopoldo cree que “hay que continuar con la presión”, con las sanciones “individual­es, focalizada­s, estratégic­as” y con el esfuerzo legal para acusar a los “responsabl­es de tortura, represión y homicidio”.

Pero tarde o temprano, Leopoldo va a regresar a Venezuela. “Estoy convencido que vamos a regresar”, me dijo. El cambio real solo puede venir por los venezolano­s en Venezuela.

Mientras tanto, Leopoldo reaprende lo que es vivir en libertad y a usar un iPad. Lilian no supo que se había escapado de Venezuela hasta que él le llamó de un lugar seguro. Al llegar a Madrid le dio una gran sorpresa a su familia.

Su hija mayor, Manuela, y su hijo Leopoldo lo abrazaron sin despegarse tras abrir la puerta de la casa. Pero su hija Federica de dos años y medio -con quien solo tenía una relación vía FaceTime desde la embajada española- “no se lo creía y se apartó”. Ahora, gracias a una peligrosa y complicada escapatori­a, Federica ya tiene a un papá en tres dimensione­s. “Yo quiero que millones de familias puedan vivir esa felicidad”, me dijo antes de despedirse. “No permitamos que la dictadura nos arrugue el corazón”.

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