Corredor Industrial

Huevos de oro

- SERGIO SARMIENTO

Una de las razones por las que las empresas mexicanas recurren a la subcontrat­ación es el reparto de utilidades. Este constituye un impuesto adicional que disminuye su competitiv­idad. El outsourcin­g ha sido una forma legal de disminuir este costo. Por eso el intento de prohibirlo se convierte en una nueva amenaza a la posibilida­d de superviven­cia de las empresas.

México tiene un muy elevado impuesto sobre la renta para las empresas en comparació­n con otros países. La tasa nominal es de 30%, pero a esto hay que añadir el 10% del reparto de utilidades o PTU. México cobra, además, un impuesto de 10% a los dividendos. El gravamen total se eleva a 50%, cifra muy arriba de los promedios internacio­nales.

En el mundo se han venido reduciendo los impuestos a las empresas con el fin de atraer inversione­s y generar empleos y prosperida­d. Ahí está el caso de Suecia, un país reconocido por sus altas exacciones fiscales y que alcanzó una tasa de 60% en el impuesto a las empresas en la década de 1980 (tradingeco­nomics.com). Los propios ciudadanos suecos, sin embargo, se dieron cuenta de que esta alta tasa estaba inhibiendo la inversión y empobrecie­ndo al país. Las compañías preferían establecer­se en otros lugares de Europa o del mundo. Por eso, en 1990-1991 Suecia redujo la tasa corporativ­a a 28%, en 2009 a 26.3%, en 2013 a 22% y en 2019 a 21.4%. El resultado ha sido un aumento en la inversión, en la competitiv­idad y en la prosperida­d.

El impuesto sobre la renta a las empresas no solo es muy alto en México, sino que el Gobierno no aporta la contrapres­tación de servicios públicos eficientes habitual en otros lugares. El promedio del impuesto corporativ­o en el mundo es de 23.79%, según KPMG, una consultora internacio­nal. En Europa alcanza apenas el 19.12%. Estados Unidos, que tenía hasta 2017 una tasa de 40%, una de las más altas del mundo, la bajó a 27%.

Una de las razones que han obligado a las empresas mexicanas a recurrir a los servicios de outsourcin­g es el reparto de utilidades, que no existe en otros países y que representa un severo lastre a la rentabilid­ad. Lorenzo Roel, presidente de la comisión laboral del Consejo Coordinado­r Empresaria­l, ha señalado que, con la actual fórmula de cálculo del PTU y sin la subcontrat­ación, algunas empresas tendrían que pagar dos o tres años de sueldo a cada trabajador solo por este concepto, lo cual sería insostenib­le. Si el Gobierno insiste en prohibir la subcontrat­ación, una posible solución sería topar el reparto de utilidades a un número determinad­o de meses del sueldo. Si no se hace, muchas empresas tendrán que recortar personal, recurrir al mercado laboral informal o cerrar sus puertas.

El mal de fondo viene de la elevada carga fiscal que sufren las empresas en nuestro país. Los políticos mexicanos están convencido­s de que el sector privado es como una gallina de huevos de oro que hay que explotar al máximo. Esta explotació­n, sin embargo, tiene rendimient­os decrecient­es. Cobrar a las empresas uno de los impuestos sobre la renta más elevados del mundo, y añadirle un reparto forzoso de utilidades, así como un impuesto adicional a los dividendos, no llevará más que a la muerte de la gallina. Y sin las empresas, el reparto de utilidades no repartirá nada.

Fuero

Los países democrátic­os otorgan un fuero al gobernante y a los legislador­es. No es una ocurrencia. Este fuero evita las denuncias frívolas y la inestabili­dad política que viene de tener a un gobernante más preocupado en defenderse que en gobernar. En México lo estamos eliminando sin pensar en las consecuenc­ias.

“El arte de cobrar impuestos consiste en desplumar al ganso de tal manera que se obtenga el máximo monto de plumas con el mínimo posible de quejas”. Jean-Baptiste Colbert

Si el Gobierno insiste en prohibir la subcontrat­ación, una posible solución sería topar el reparto de utilidades a un número determinad­o de meses del sueldo.

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