Corredor Industrial

Sin miedo al misterio

- Dante Gabriel Jiménez Muñoz Ledo

Mateo 14, 22-36

~ Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se asustaron ~

Leemos este Evangelio lleno de imágenes que perduran en nuestro entendimie­nto y voluntad. Casi sube uno a esa barca y experiment­a la noche, el viento, el miedo y la manifestac­ión de Jesús como Hijo de Dios con poder de dominar a las fuerzas de la naturaleza.

La barca es figura de la comunidad creyente. Desde esa barca, los seguidores de Jesús hemos de superar el viento contrario, es decir, nuestra obstinació­n a renunciar al triunfo con las multitudes.

En medio de la contingenc­ia, del peligro y la dificultad, Jesús se manifiesta. Mateo usa la fórmula de identifica­ción divina más antigua: Yo soy (Ex 3,14; Is 43,1.3.10s), con lo cual los discípulos reconocen a Jesús Hombre-Dios, el Hijo de Dios. Yo soy como principio de ser, de vida y de amor.

Pedro padece el atrevimien­to de participar de la condición divina: intenta caminar sobre el agua. Pero como milagro, no por su convicción y entrega a Jesús. Creyó que lo lograría sin obstáculos. Ha tenido que aprender que los seres humanos nos hacemos hijos de Dios en medio del misterio de nuestra fe, de la oposición y, a veces, de la persecució­n.

Podemos reconocern­os en el miedo de los discípulos: miedo al misterio de Dios. Pero también en los miedos humanos. Como cuando vivimos el horizonte de nuestra vida, o de la Iglesia, con tormentas internas y externas que amenazan con hacernos zozobrar. También hoy nos invaden las dudas, los fantasmas del miedo, y el oscurecimi­ento de los signos de Dios en nuestro entorno. Quizás sea porque fallamos en el amor y en la fidelidad a Dios. Entonces aparece, en el mismo plano, la crisis de fe y la misma profesión de fe.

En un día como hoy, no olvidemos que “la escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimient­os y de amor, de pruebas y de fidelidad que hay que renovar todos los días” (Benedicto XVI, 24 de mayo de 2006).

¡Vivamos sin miedo al misterio de Dios!, pues en medio de la oscuridad y de la tormenta, Él siempre aparecerá.

Oración:

Señor Jesús, ayúdame a creer con firmeza y templanza, de tal manera que si me llamas, pueda ir a ti sin zozobra ni temor.

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