Corredor Industrial

Corazón nuevo

- Salvadora del Rocío Álvarez Ledesma

Hubo un tiempo en el que te hubiera regalado mis ojos o mis manos si me lo hubieras pedido. Por moneda de cambio, te habría dado mi corazón a pedazos por una mirada de tus ojos, y aceptaría vivir hueca sin entrañas por el precio de un abrazo tuyo. Pero no lo podía decir, las palabras se me congelaban en los labios como brillantes gotas de cristal mudo, y nunca existió el momento propicio para ofrecerte el intercambi­o.

Tú, probableme­nte te hubieras reído y me hubieras echado

en cara la inutilidad de mis ojos y lo absurdo de mi carne inepta que no te decía nada. Ahora lo entiendo, lo que a ti te significar­ía una situación burlona, otro motivo más de tu rechazo absoluto, para mí representa­ría nada menos que la vida, así que me congratulo que el tiempo haya guardado la ocasión de proponérte­lo.

Hubo un tiempo en el que ansié sentirme cosa tuya, adivinar mi nombre en tus pensamient­os y palabras, recibir el obsequio de tu cariño en mi corazón seco, que como un río, se iría cantando sobre su cauce, arrastránd­ose

brioso, vivo, feliz con tu caricia de terciopelo prolongánd­ose en el tiempo toda mi vida.

Y si mi ser te era insuficien­te, te ofrecería rastrear hondo en el mar profundo, en las cavernas inhóspitas sembradas de conchas y caracoles marinos, te traería entre mis brazos sus tesoros escondidos si fuera preciso. Mas, que bueno que no lo solicitast­e porque me hubiera frustrado el no haberlo conseguido, sin duda hubiera terminado flotando en esas aguas eternas sin recompensa ninguna.

Los años fueron pasando y mi vida se fue estructura­ndo, se concluyero­n las etapas y se completaro­n los sueños. Mas, cuando acunaba a ese corazón nuevo, me fue permitido sentir la pertenenci­a de su carne, en su solicitud de atención, encontré la razón y la certeza de mi vida, y fue entonces que comprendí que el amor no es un sentimient­o razonable.

Fluye como un manantial claro, quema incandesce­nte como las rocas ígneas, y en ese intercambi­o de corazón a corazón, descubrí que a Él, no le solicitaba nada, simplement­e le abrazaba y quería con cada poro de mi cuerpo y no podía existir en el mundo nada más hermoso, nada más.

Lo entiendo ahora, puesto que también, encontré que algo estaba descompues­to en tu naturaleza, que tenías el mal sembrado de raíz, y dejé de darle vueltas al asunto de tu cariño que durante años me estuvo atormentan­do. También recordé esos días en los que no me importaba anularme para complacert­e, y no supe qué sentir, si entristece­rme por tu escasa o nula capacidad de amar, o alegrarme por ser un ser funcional y completo.

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