Corazón nuevo
Hubo un tiempo en el que te hubiera regalado mis ojos o mis manos si me lo hubieras pedido. Por moneda de cambio, te habría dado mi corazón a pedazos por una mirada de tus ojos, y aceptaría vivir hueca sin entrañas por el precio de un abrazo tuyo. Pero no lo podía decir, las palabras se me congelaban en los labios como brillantes gotas de cristal mudo, y nunca existió el momento propicio para ofrecerte el intercambio.
Tú, probablemente te hubieras reído y me hubieras echado
en cara la inutilidad de mis ojos y lo absurdo de mi carne inepta que no te decía nada. Ahora lo entiendo, lo que a ti te significaría una situación burlona, otro motivo más de tu rechazo absoluto, para mí representaría nada menos que la vida, así que me congratulo que el tiempo haya guardado la ocasión de proponértelo.
Hubo un tiempo en el que ansié sentirme cosa tuya, adivinar mi nombre en tus pensamientos y palabras, recibir el obsequio de tu cariño en mi corazón seco, que como un río, se iría cantando sobre su cauce, arrastrándose
brioso, vivo, feliz con tu caricia de terciopelo prolongándose en el tiempo toda mi vida.
Y si mi ser te era insuficiente, te ofrecería rastrear hondo en el mar profundo, en las cavernas inhóspitas sembradas de conchas y caracoles marinos, te traería entre mis brazos sus tesoros escondidos si fuera preciso. Mas, que bueno que no lo solicitaste porque me hubiera frustrado el no haberlo conseguido, sin duda hubiera terminado flotando en esas aguas eternas sin recompensa ninguna.
Los años fueron pasando y mi vida se fue estructurando, se concluyeron las etapas y se completaron los sueños. Mas, cuando acunaba a ese corazón nuevo, me fue permitido sentir la pertenencia de su carne, en su solicitud de atención, encontré la razón y la certeza de mi vida, y fue entonces que comprendí que el amor no es un sentimiento razonable.
Fluye como un manantial claro, quema incandescente como las rocas ígneas, y en ese intercambio de corazón a corazón, descubrí que a Él, no le solicitaba nada, simplemente le abrazaba y quería con cada poro de mi cuerpo y no podía existir en el mundo nada más hermoso, nada más.
Lo entiendo ahora, puesto que también, encontré que algo estaba descompuesto en tu naturaleza, que tenías el mal sembrado de raíz, y dejé de darle vueltas al asunto de tu cariño que durante años me estuvo atormentando. También recordé esos días en los que no me importaba anularme para complacerte, y no supe qué sentir, si entristecerme por tu escasa o nula capacidad de amar, o alegrarme por ser un ser funcional y completo.