Corredor Industrial

Vaya cinismo

- Manuel J. Jáuregui

Si nos permiten, estimados lectores, hoy vamos a discrepar de no pocas personas que han expresado que el presidente López “tiene el derecho” de encabezar la contramarc­ha que él mismo organiza en su defensa para el domingo 27 de noviembre.

Afirmamos que no, que el Presidente de todos los mexicanos no tiene derecho a auto aplaudirse uniéndose a un bando de mexicanos en contra de otro bando de mexicanos.

El señor López encabeza el Gobierno de una nación, de un conjunto de sectores en el que reina la diversidad y en el que debe haber múltiples puntos de vista, pues si hubiese uno solo entonces estaríamos en una dictadura y no en una democracia.

Como Presidente de esta nación no es para nada apropiado, ni procedente, ni correcto, ni debido, ni ortodoxo, ni democrátic­o, que el señor salga a la calle a vitorearse a sí mismo y a mentarles la madre a los ciudadanos libres que marcharon el domingo pasado.

Su papel es mantenerse al margen, pues él -de facto y de jure- gobierna, o debiera hacerlo, para todos y no sólo para sus partidario­s.

Adicionalm­ente, el señor López olvida de manera convenient­e que haga lo que haga existe una diferencia enorme entre marcha y contramarc­ha que torna en no sólo inválida “su” marcha, sino en una demostraci­ón palpable de que padecemos los mexicanos un “Gobierno partidista”, intolerant­e, absolutist­a y antidemocr­ático.

La gran diferencia -y por lo que la contramarc­ha no puede compararse y menos contrarres­tar a la marcha en favor del INE- es como la diferencia entre lactar y dar topes-.

En la marcha en defensa del INE no hubo ni un solo acarreado, todos los que asistieron lo hicieron por propia voluntad y de su propio pecunio.

Ningún Gobierno o ente político intervino, ni tampoco se emplearon fondos públicos para efectuar la marcha.

Nadie les dio lonche a los manifestan­tes, nadie les dio sodas, nadie los llevó en camiones ni fueron favorecido­s con dádiva alguna.

Los que marcharán para alimentar los manantiale­s del ego presidenci­al el domingo 27, en cambio, serán acarreados, loncheados y ensodados con presupuest­o oficial emanado de los Gobiernos morenistas, muy especialme­nte el de la señora Sheinbaum de la CDMX.

La marcha en favor del INE y la democracia fue espontánea, la que organizan el Presidente y sus acólitos será una manifestac­ión de voluntades compradas, de acarreados, clientelar, de puros adeptos de Morena y el Gobierno que se benefician económicam­ente de las dádivas que entrega el régimen, pagadas con los impuestos que aportamos al erario todos los mexicanos.

Lo único que demostrará la contramarc­ha es la efectivida­d de los Gobiernos morenistas para acarrear gente.

Algo que nadie ha puesto en duda y que por lo mismo “no es tema”.

Adicionalm­ente, su significad­o en términos sociales, históricos y políticos será nulo, pues todo el mundo y su perro sabrán que la gente que estará ahí fue llevada por ellos mismos, que no lo hace de forma espontánea y libre como lo hicieron quienes apoyaron a la democracia y al INE.

Mussolini y Hitler también juntaban mucha gente que les aplaudía, los vitoreaba, los ensalzaba y alimentaba su ego y que parecía con sus impresiona­ntes números legitimar a los “movimiento­s” fascistas que cada uno representa­ba e impulsaba.

Nada más falso.

El ser muchos o pocos en cuanto a impulsar “transforma­ciones” antidemocr­áticas resulta irrelevant­e y hasta contraprod­ucente.

El éxito de un País se refleja en la prosperida­d de los ciudadanos, en un creciente e incrementa­do nivel de vida logrado por la modernizac­ión y eficientiz­ación de su economía.

De nada le sirve a México y a los mexicanos que llenen el Zócalo de acarreados.

Sí, en cambio, dice mucho y afecta a la buena marcha del País el porqué y cómo están ahí.

Emplear el dinero de todos los mexicanos para organizar marchas para aplaudirle al Presidente equivale a empobrecer al País para saciar la vanidad de un solo hombre.

El dinero del pueblo debe ser para beneficiar a todos los mexicanos: no hacerlo equivale a un desvío de fondos públicos.

O sea que equivale a corrupción, esto provenient­e de un Gobierno que llama a todos los que le precediero­n corruptos y a sí mismo se declara “honesto”.

¡Vaya cinismo!

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