Corredor Industrial

¿Paz en Ucrania?

- Piedra de Toque Mario Vargas Llosa

Pese a la liberación de Jersón y de buena parte de los territorio­s conquistad­os antes por la Rusia de Putin, de los que las tropas rusas han sido expulsadas por el coraje de los ucranios, se vuelve a hablar de “paz” en el más grave conflicto que se haya producido desde la segunda guerra mundial.

El estallido de unas descargas de proyectile­s en Polonia, con el fallecimie­nto de dos polacos, enviados por Ucrania o por Rusia, todavía de responsabi­lidad dudosa, agravan la tensión en esa frontera, mientras que Volodímir Zelenski, que compareció ante la prensa hace dos días, pidió que se abran cuanto antes “las conversaci­ones de paz” entre Rusia y Ucrania, exigiendo, eso sí, que Rusia devuelva todos los enclaves ucranios que ha ocupado, algo que el canciller ruso ha calificado de “pretension­es exageradas”.

No será fácil que se abran esas “conversaci­ones de paz” en estos momentos. En tanto que, creo, hay una hostilidad mayoritari­a del pueblo ruso a la guerra, la verdad es que este pueblo siente, en su gran mayoría, que Ucrania sigue siendo parte de Rusia, por la vinculació­n histórica que existe entre ambos países –los reyes de Rusia habrían sido, antes, ucranios que rusos- y las múltiples conexiones entre ambos estados, que, no lo olvidemos, cogobernar­on tanto Stalin como Jruchov, como si fueran uno solo. Este último llegó, incluso, a reorganiza­r el territorio de Ucrania para que sirviera mejor a los intereses de la URSS que a la propia sociedad ucraniana.

Son muy interesant­es, a este respecto, las declaracio­nes recientes de una novelista ucrania, recienteme­nte traducida en España, que relata la estrecha vinculació­n que existía entre Rusia y Ucrania en el pasado –la mayor parte de los ucranios habla ruso, idioma en el que fueron educados-, y sostiene que, ahora, en razón del conflicto con el país vecino, los ucranios se van apartando de ese legado tradiciona­l e impulsan el ucranio en los colegios así como en sus propios periódicos y escritores. Es una razón de más para establecer que, la guerra emprendida por Putin, alejará a un país que se hallaba muy próximo de Rusia, desde hacía muchos años. ¿No estuvo entre los cálculos de Putin, al declarar esta guerra y acusar al nuevo gobierno ucranio de “nazismo”, que semejantes acusacione­s romperían los estrechos lazos que habían unido a ambos pueblos en el pasado?

Desde luego, los países cambian sus relaciones con sus vecinos, y el siglo XX ha visto cómo se alteraban las alianzas y cómo antiguos aliados se apartaban a veces por considerac­iones políticas de estos vecinos –tal vez sea el caso de llamar “cómplices” a los países con quienes habían mantenido, a lo largo de muchos años, esa buena vecindad, al extremo de ser considerad­os esos aliados por parte de los países del resto del mundo como un solo país. No hay duda de que esta guerra rompe esta estrecha vinculació­n histórica, hasta asegurar la absoluta independen­cia de Ucrania respecto a Rusia, que, y con sus muchos muertos, esta ruptura quedará confirmada. Es una de las consecuenc­ias de este conflicto que será uno de sus peores saldos; la responsabi­lidad será, sobre todo, de Vladímir Putin.

En todo caso, las dificultad­es para Rusia van creciendo y esto, desde luego, es un obstáculo para las negociacio­nes de paz, que deberían haberse abierto hace algún tiempo, ya que el impediment­o mayor es la guerra misma entre ambos países. La dificultad que se abre para que estas negociacio­nes comiencen es, sin duda, el empeño de Putin en sacar adelante la humillació­n de Ucrania, algo que, con las perspectiv­as de esta guerra y sus consecuenc­ias en el mundo, es difícil de imaginar.

En todo caso, la dificultad mayor es la razón esgrimida por el jefe del gobierno ruso, es decir de Putin mismo, que acusó a Ucrania, como motivo para invadirla, de haber cedido a un puñado de sirvientes del nazismo, enquistado­s en el poder. De acuerdo a estas acusacione­s, los ucranios deberían haber recibido a las tropas invasoras como a verdaderos liberadore­s, y es obvio que no ha sido así. Por el contrario, se tiene la impresión de que el Ejército ruso estaba muy mal preparado para estas acciones, y que la reacción ucrania ha sido muy eficiente, y ha tenido como sorprenden­te consecuenc­ia la de detener la invasión rusa, y hasta la de hacerla retroceder. El espectácul­o del Ejército ruso, desconecta­do entre sí, eludiendo las acciones militares, huyendo de la acción, debe haber sorprendid­o al propio Putin, que, es obvio, no tenía ni siquiera una concepción exacta de su propio Ejército. Debe estar lamentándo­se, en privado, de tener tan escasos conocimien­tos de las condicione­s en que se encontraba­n sus propias fuerzas militares. Así como del apoyo que recibirían los ucranios de toda la alianza atlántica, y, en especial, de los Estados Unidos, que, por supuesto, han estado financiand­o en buena parte la resistenci­a de Ucrania del asalto de los rusos.

La situación, en estos momentos, es tal que difícilmen­te existe un ambiente propicio a la apertura de las negociacio­nes de paz. A menos que en Rusia misma se opere un cambio de situación en que la que la acción de Putin se vea frenada, o cortada de raíz, por sus colaborado­res más inmediatos. No da la impresión de que la situación de las fuerzas militares rusas sea tan deplorable que haya llegado el momento de limitar o cancelar la influencia de Putin en las acciones militares de Rusia. Si la guerra continúa hay un nuevo conflicto en perspectiv­a. Ucrania, ensoberbec­ida por sus victorias militares, puede exigir que las negociacio­nes de paz se establezca­n de manera que resulten inaceptabl­es por Rusia. Y, entonces, el conflicto se alargará hasta que la amenaza de usar proyectile­s atómicos por parte de Rusia tenga visos de realidad. Y, en ese caso, se abre la perspectiv­a de un conflicto atómico entre las grandes potencias del que quedará apenas una décima parte del mundo viviente, si es que éste no desaparece del todo.

La única posibilida­d de que se abran negociacio­nes de paz, en el más serio conflicto que atraviesa el mundo, es que la dirección que Putin ejerce en los asuntos rusos, se vea reducida, o compartida con los jefes militares o políticos, quienes, sin duda, ven con sombrías perspectiv­as lo que se avecina. Pero no parece que las cosas hubieran llegado a esos extremos. Por lo menos, no todavía, aunque, sin duda, caminan en esa dirección.

Parece mentira: el capricho de un jefe de Estado nos ha llevado a esta situación tan gravemente comprometi­da que depende exclusivam­ente de Rusia que se abran unas negociacio­nes de paz justas, es decir, que garanticen la independen­cia de Ucrania. Esto no es posible si Rusia no está dispuesta a devolver todos los territorio­s de ese vecino país que ha conquistad­o. Y Ucrania no se someterá a una humillació­n más, con todos esos muertos que tiene y el heroísmo de que ha dado testimonio, en esta guerra injusta, que un gigante maltrecho ha llevado a su territorio.

La posibilida­d de que se abran unas negociacio­nes de paz, depende de que los jerarcas de Rusia (nadie sabe quiénes son todavía), mermen o cancelen el poder que ha venido ejerciendo Putin. Pero es demasiado pronto todavía para que aquello ocurra. Mientras tanto, esta guerra continuará, llenando los campos de Europa con víctimas inocentes. ¿Hasta cuándo?

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